"En los países religiosos, la catedral es el sitio más adornado, más rico, más dorado, más florido; es en donde la sombra es más fresca y la paz más profunda." Es una frase de Theophile Gautier ("Viaje por España", 1840).
La catedral es la iglesia donde tiene cátedra el obispo, es decir uno de los sucesores de los apóstoles. Es el templo más extraordinario de todos y el lugar donde cada día nos encontramos con Dios en el sacramento de la Eucaristía.
Aunque casi siempre han pasado siglos desde su construcción, sigue siendo un distintivo de muchas ciudades. Pero, ¿por qué se construyeron las catedrales? ¿Por qué era necesario tanto esfuerzo en levantar una obra tan grande? Quizás estas sean algunas de las preguntas que se harían unos niños delante de una catedral.
Lo primero que llama la atención a un niño cuando le llevas a visitar una catedral es que es sublime y muy alta. Pero, ¿saben qué es realmente una catedral? ¿Cuál era su función?
La catedral es la iglesia principal de una diócesis y el lugar desde donde el obispo ejerce su misión.
Antiguamente, la construcción de una catedral aglutinaba a los maestros más importantes en las diversas artes. En ellas se conserva arte religioso de todos los tiempos.
La catedral no solo tenía una función religiosa sino que era un centro de actividades. Las procesiones recorrían sus majestuosas naves, el arte y la música ensalzaban el culto solemne amenizado por los monumentales órganos y el imponente coro.
La liturgia y la grandiosa arquitectura de una catedral eleva los ojos del hombre a Dios.
Pero, ¿cómo podemos explicar una catedral a los niños?
Una catedral cuenta historias muy importantes para nosotros. Hoy en día, son espacios museísticos con culto litúrgico pero que carecen de la ebullición con la que contaban cuando fueron diseñadas.
Mirar la fachada
Como ya he comentado, quizá la cosa que más llame la atención de los niños sea el tamaño de la fachada de la catedral. Pararse unos minutos para contemplar la grandeza del edificio siempre es atractivo. Podemos explicarles que cuanto más alta es una catedral, más cerca del Cielo estará su cumbre. Además, puede resultar interesante comparar el tamaño con otros monumentos y establecer rankings.
Una bonita idea cuando disponemos de un poco de tiempo, es llevar un cuaderno y pinturas. Si es posible, los niños pueden dibujar la fachada principal o algunos de los elementos que más llamen su atención. Este ejercicio de observación les hará saborear más los detalles particulares de su riqueza arquitectónica.
Una buena práctica es buscar entre todos algún elemento particular de sus fachadas ¡Todo un éxito! Por ejemplo: número de gárgolas, personajes de la fachada, colores de la piedra empleada…
Podemos ambientarles en la época histórica hablándoles del bullicio que rodeaba a una catedral, su barrio. El palacio del obispo, la escuela de los niños que formaban parte del coro, artesanos, maestros y arquitectos. Puede resultar interesante relatarles como las catedrales hacían uso de una avanzada arquitectura y servían como escuela de formación a los maestros menos experimentados.
Elementos curiosos
Funciona muy bien ir descubriendo la catedral a través de sus elementos e historias más curiosas. Por ejemplo: buscar marcas de cantería, personajes importantes enterrados en la catedral, cuadros singulares, pavimentaciones particulares, capiteles…
Algo que les suele llamar mucho la atención son las vidrieras y rosetones, por sus vivos colores y la luminosidad. Pueden dibujarlas, intentar descifrar las historias que en ellas se cuentan…
Lo más valioso
Pero sobre todo no olvidemos recalcar a los niños que las catedrales son un valioso tesoro que conservamos, por su valor histórico, artístico, simbólico y humano como parte de la imagen de las sociedades que las levantaron. Sin olvidar que la realidad de estos edificios es mucho más fascinante que su arquitectura o sus historias. Pues todavía, después de cientos y miles de años, bajo su excepcional arquitectura son templo del tesoro de la Eucaristía.