Cantante y compositor de música religiosa, músico profesional e integrante del Coro Gregoriano de París. Él es es fray Alejandro Tobón, el carmelita descalzo colombiano que presentará su tercer concierto esta semana, a través de las plataformas virtuales, para que “más gente se enamore con locura de Jesucristo”.
Empezó cantando música colombiana, a los cuatro años de edad. Siguió con temas latinoamericanos y en algún momento le gustó la música protesta. Estudió en el conservatorio de su ciudad natal y en el de París. Dejó todo por servirle a Dios como sacerdote y el Señor le devolvió el ciento por uno.
Su primer concierto fue en octubre de 2020 en el templo Santa Teresita de Bogotá, y el segundo fue en la Catedral de Sal de Zipaquirá, durante la pasada Navidad. Este será desde la colonial ciudad de Villa de Leyva y, al igual que los anteriores, los fondos que recoja van para las obras sociales y la formación de los seminaristas de su comunidad.
Fray Alejandro Tobón nació en 1972 en la ciudad de Medellín, tuvo unos padres y una abuela que fueron sus grandes ejemplos de fe católica, “eran santos, de misa y Rosario diarios”. Una familia, además, muy musical; su única hermana era guitarrista y siendo aún niño cantaba con ella bambucos y pasillos.
Hacia los 14 años empezó a estudiar lectura musical, solfeo y música clásica con la Coral Tomás Luis de Victoria. Más adelante ingresó a la Universidad de Antioquia, a prepararse para la carrera de Música con énfasis en canto.
“Mi primera apertura a Dios fue a través de la música clásica y de la cantante argentina Mercedes Sosa. Por un lado, la música clásica me hacía tocar el cielo y por otro, Mercedes me hacía tocar el cielo en la realidad de los seres humanos latinoamericanos”, dijo en conversación con Aleteia.
“En sus temas, ella hablaba de un amor trascendente que yo deseaba. Eran un llamado a la reconciliación, a un encuentro con lo divino, para mí representaron el preámbulo para encontrarme con Dios y así se lo dije cuando, a los 20 años, la conocí durante un concierto, gracias a una mujer policía que me llevó hasta el camerino”.
Allí nació una amistad con ella y con su hijo que perduró hasta que fallecieron. “Ella me adoptó como si fuera su hijo y me pedía oración por mucha gente. De la grave enfermedad que tuvo en el 96 salió convertida, de ahí en adelante fue profundamente creyente y alegra profundamente haber contribuido en ese proceso”.
De niño hablaba con Jesús como su amigo imaginario y se iba a conversar con él mientras los demás jugaban fútbol, “era tan normal ser amigo de Jesús que pensé que todos lo eran, pero eso me hizo víctima de burlas en el colegio”, asegura el sacerdote.
Sin embargo, en la adolescencia se dio una ruptura con Dios. Por ese entonces, ocurrieron tragedias tan grandes como la erupción del Volcán Nevado del Ruiz, la toma del Palacio de Justicia por la guerrilla y la explosión de carros bombas por parte de narcotraficantes, y se preguntaba dónde estaba Dios mientras moría tanta gente. Eso, y algunas catequesis con ideologías diferentes, lo fueron alejando.
En esa misma época, una serie de televisión despertó su curiosidad por la magia y se adentró en tan peligrosos caminos. Se dedicó a aprender de esos temas y rechazó todo lo relacionado con la Iglesia católica, aunque lo disimulaba delante de sus padres.
El día de su Confirmación, Dios le mandó la salvación a través de la esposa de su padrino, quien le explicó que todo eso era satánico y lo orientó sobre lo que debía hacer.
La conversión le llegó en 1991, luego de ver la película Hermano Sol, hermana Luna. “Fue como si el Cielo se hubiera abierto y yo estuviera cara a cara hablando con Dios. Al final, solo tenía ganas de llorar, no entendía cómo era posible que yo me estuviera perdiendo de este cielo en la tierra”.
Al día siguiente, tomó los libros de oración de su mamá, y nació una sed de Dios que no se apaga y de la que quiere contagiar a miles de personas. Empezó el discernimiento vocacional sin contarle a su familia y aunque estuvo primero con una comunidad de franciscanos y con terciarios capuchinos, para él estaba reservada la comunidad de los Carmelitas Descalzos.
Para sus padres no fue fácil ver cómo el hijo que les había dado problemas, que primero quiso ser músico, ahora decidía ser sacerdote. No lo entendieron, pero lo aceptaron y luego vieron las grandes bendiciones en su vida.
“En la espiritualidad del Carmelo uno se vuelve loco de amor y lo entrega todo. Lo aprendí de la vida de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa de Jesús y de los sacerdotes que he conocido en este caminar”, explica fray Alejandro.
Aunque había dejado la música, pudo volver a ella porque así lo dispuso Dios. En Colombia siguió estudiando y cantando con orquestas filarmónicas. Un buen día, su profesor le recomendó presentarse al conservatorio de la capital francesa y después de un par de años, su comunidad lo autorizó y fue admitido.
Estudió en un nivel altamente profesional y sigue siendo parte del Coro Gregoriano de París, con el que viaja en cada Semana Santa para promover la música por el mundo. También en Colombia ha organizado giras musicales y el año pasado, durante la pandemia, empezó con los conciertos virtuales para conseguir recursos que pudieran sostener las obras sociales en una época tan compleja.
Carlos Posada, un gran guitarrista que lo acompaña desde hace varios años y hace arreglos para sus canciones, explica que la temática musical de fray Alejandro es religiosa y recurre a sonoridades de corte popular con letras hermosas. Es por eso que en sus producciones se escuchan desde sambas argentinas hasta ritmos colombianos y composiciones libres.
Eso es lo que se disfrutarán sus miles de seguidores en redes sociales y todos los que se quieran sumar a este espacio de oración, contemplación y alabanza a Dios. Quienes deseen participar, hacen una donación voluntaria en https://gofund.me/2a279b53 o en diferentes plataformas de pago (Informes: +57 3134274716). La conexión es virtual, a las 8 de la noche hora de Colombia, 10 de la noche de Argentina y 3 de la mañana, hora de Europa.