Dicen que cuanto más conozco algo más puedo amarlo. Un conocimiento que logro con el corazón. No sólo con los ojos que se apegan a la superficie de las cosas, de las personas. O tal vez es amando a alguien o algo que llego a conocerlo en profundidad.
La cercanía que me da el conocimiento me ayuda a crear una intimidad nueva, antes desconocida. De cerca veo mejor la humanidad de la persona amada. Y conociéndola hasta en lo más pequeño puedo amarla más.
Conocer los defectos y límites puede lograr que mi amor sea más grande, eso siempre me sorprende. Amando conozco más. Conociendo más, amo más.
No es un amor verdadero el que siento por un desconocido al que sólo admiro. La admiración no conlleva necesariamente el amor. Pero eso sí, cuando amo es necesario que admire a la persona amada.
Amar tapando lo que no me gusta de mi amado empobrece mi amor. Es como si no supiera integrar en el amor los defectos y los límites. Queriendo que la fascinación del enamoramiento tape o disimule las manchas y pecados.
¿Cómo puedo llegar a sentir que amo incluso lo que me incomoda? Es un paso más en ese amor que me engrandece como persona. El que ama así ama a un nivel superior.
Amar mientras no me decepcionan es hasta sencillo. Porque la persona amada responde a todas mis expectativas, a todo lo que espero de ella. Y cuando me falla o no logra hacer todo lo que yo deseo, me frustro y siento que no es igual mi amor que antes, cuando todo fluía y era sencillo.
Pensar que mi amor depende del sentimiento es limitarlo a un aspecto del amor que pretende ser más grande. El sentimiento faltará en ocasiones. Sentiré poco o no sentiré como antes. ¿Ha muerto el amor?
Entonces descubro que el amor es una elección continua. Elijo a quien amo, pero no la primera vez, sino todos los días. Incluso cuando los defectos me han herido, o las expectativas se han visto frustradas. Incluso cuando lo que sentía, pasión, o deseo, ya no es tan grande, es menor y parece estar dormido.
Me siento culpable y pienso que ha muerto el amor, que todo es pasajero. Pero no es así necesariamente. El amor es más grande que un sentimiento. Más profundo que la admiración. Más fuerte que la fuerza de la pasión primera. Llamado a ser eterno el amor no conoce límites, conviviendo con ellos.
Mi capacidad de amar es limitada. No puedo amar como Jesús me ama. No logro amar renunciando a mi deseo. Y no consigo amar entregando el cien por cien y sabiendo de antemano que no me importa lo que reciba a cambio.
Ese amor generoso, imposible, es el amor que desea vivir mi corazón pequeño y eterno. Es el amor que puede hacer que mi vida sea diferente y merezca la pena. Me levanto de nuevo cada mañana pidiéndole a Dios que renueve mi amor.
Vuelvo a elegir, como un niño, siempre en presente, a la persona amada. Elijo el camino previamente elegido. Elijo los sueños ya antes soñados. Y no tengo miedo. Dios lo puede hacer posible en mí.
Quiero amar más, conociendo más en profundidad lo que Dios ha puesto en mí, como un amor que me saca de mis egoísmos y mis miedos. Porque sufre menos quien no ama. Y también goza menos. Porque amando más se sufre siempre.
La pérdida en la vida es el mayor desgarro. No por eso dejo de pensar que quiero conocer más a quien amo. No dejo de sorprenderme y admirarme de su belleza escondida. Y no dejo de amar también aquello que no es virtud, sino defecto.
El límite que me confronta con mis propios límites. Y entonces tiene sentido todo lo que vivo, todo lo que amo. Y la vida florece a mi alrededor al sentir los dedos de quien me ama y me describe en sus sueños.
El amor humano es sólo el reflejo pálido del amor del cielo. Amar y ser amado el sentido último de mi vida plena. Y sé que he nacido para amar de muchas maneras y a muchos.
Y no por amar a más mi corazón ama menos. Es más grande su poder, no sé como lo logra Dios, pero lo hace. No por no amar a alguien en exclusividad es mi amor más pobre. Porque lo personal es lo que hace que el amor sea grande.
Un amor que ama conociendo y cuanto más conoce a quien ama, con más fuerza lo ama.