El XXXII Congreso Eucarístico Internacional de 1934 es para los anales de historia argentina, no tan solo de historia de la Iglesia, uno de los grandes hitos de la primera mitad del siglo XX.
A nivel eclesial en América Latina, hasta ese momento, nunca la Iglesia había organizado en estas tierras un acontecimiento de semejante magnitud. Una participación estimada de dos millones de personas, un Secretario de Estado de la Santa Sede, una reforma de la organización eclesial, todo el apoyo estatal y ciudadano para un evento que además de ser una revolución cultural, dejó invalorables frutos espirituales para el país.
Providencialmente, el día que iniciaba el Congreso era martirizado en España san Héctor Valdivielso Sáez, lasaliano quien sería décadas después el primer santo canonizado nacido en la Argentina. Pero en estas tierras, del 9 al 14 de octubre, Buenos Aires y la Argentina se volcaron por completo a Cristo Eucaristía.
Por el estadio de evolución de los medios de comunicación, se conservan múltiples fotografías e incluso videos y un importante conjunto de ediciones impresas, como libros, folletos y periódicos que ilustran y nos relatan este gran acontecimiento. Pero para ahondar más en los frutos espirituales del Congreso, conversamos con el sacerdote y doctor Ernesto Salvia, de la arquidiócesis de Buenos Aires y presidente de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina.
Aleteia: ¿Qué valor tiene el Congreso Eucarístico del 34 para la Iglesia en la Argentina?
P. Ernesto Salvia: El Congreso Eucarístico que se llevó a cabo en octubre de 1934 fue el primero organizado con sede en Hispanoamérica (cabe precisar que el primero mundial en español fue el Madrid en 1911). Buenos Aires fue la primera sede. En el 68 tenemos Medellín. Pero nada antes de 1934. Argentina era un país cosmopolita muy grande, donde el catolicismo estaba recuperándose luego de una época de duros ataques del anticlericalismo, y de un liberalismo muy fuerte que se dio desde 1860.
Buenos Aires, tengamos presente, ya era una gran urbe en América, luego de las de Estados Unidos y México, junto con las de Brasil. Entonces el hacer el congreso en Buenos Aires fue muy importante, no solo por lo que dejó, como huella, sino el antecedente que implicó una gran organización, un ponerse de acuerdo todas las fuerzas católicas, una gran difusión, para que fuera un éxito, y no solo un éxito exterior “de vidriera”, sino que diera frutos espirituales en el corazón de los católicos de todo el país”.
Aleteia: Pensar en dos millones de participantes puede ser algo muy significativo incluso hoy… ¿pero cómo se llega a convocar esa magnitud de concurrentes sin los medios masivos con los que hoy contamos, o incluso los medios de transporte?
P. Ernesto Salvia: Previo al Congreso, comenzaron a organizarse en la mayoría de las diócesis existentes, gran cantidad de congresos eucarísticos locales. Estos ciertamente fueron los que movieron los corazones de gran parte de los católicos e inspiraron para que el congreso del 34 fuera un congreso muy muy grande, uno de los entontecimientos masivos organizados por la iglesia más importantes del siglo xx. No solamente los habitantes de la Ciudad, sino que asistieron de todos los rincones de la patria, y de las naciones limítrofes, y muchos de sus sacerdotes. También tuvieron mucha participación y se les dio mucha importancia a las colectividades extranjeras residentes en el país y muy activas en esa época en Buenos Aires debido a la inmigración. Eso ayudó a recolectar un gran número de corazones preparados para esta fiesta.
Aleteia: ¿Cómo se llegó a la designación de Buenos Aires como sede del Congreso?
P. Ernesto Salvia: Había una comisión en Roma de Congresos Eucarísticos presidida por un obispo belga. Luego de muchas candidaturas se eligió Buenos Aires por la raíz católica y por la magnitud de su población.
Fue un gran regalo, cuando pastoreaba la Iglesia de Buenos Aires Mons. Santiago Copello. El papa Pío XI lo distinguió, al año siguiente del Congreso con la dignidad cardenalicia, lo que lo convirtió en el primer argentino e hispanoamericano. Copello tenía una gran capacidad de trabajo, convocaba e invitaba, y pudo armar una Comisión compuesta por sacerdotes y muchos laicos para lograr una activa organización de este magnífico congreso.
Aleteia: Soñar una visita papal era impensable para la época. En ese sentido, recibir un legado papal de la envergadura de Eugenio Pacelli, quien, cinco años después se convertiría en Pío XII, imagino, habrá sido de especial importancia.
P. Ernesto Salvia: El legado papal fue nada menos que el Secretario de Estado. El segundo después del Papa. Un hombre de gran experiencia en Roma, en la curia y con gran experiencia diplomática.
Llegó a Buenos Aires el 9 de octubre en el buque italiano Conte Grande, -buque conocido por muchos inmigrantes porque en él venían muchos italianos a vivir a la Argentina. Fue recibido por el presidente de la República, que era el General Agustín Justo, junto con obispos argentinos y una gran comitiva cívico militar. La llegada del vicario del Papa fue muy celebrada.
Paseó por las calles de Buenos Aires en una carroza al lado del presidente, y fue recibido en la catedral por una inmensa cantidad de feligreses.
Aleteia: Hay un legado evidente y aún hoy palpable recorriendo templos de Buenos Aires que son las parroquias erigidas o remodeladas para el Congreso. Es común ver placas, recuerdos. Pero ¿cuáles son esos otros grandes legados del Congreso Eucarístico del 34 para la Iglesia?
P. Ernesto Salvia: La preparación fue un elemento que yo destaco. Y después, la colaboración que tuvo el Obispo de todas las fuerzas católicas, no solo de la gente más encumbrada, porque eso es lo que más se conoce. En cada rinconcito de la arquidiócesis todos colaboraron para que este movimiento fuera realmente un movimiento espiritual.
En cada parroquia se revalorizó la adoración eucarística, cosa que existía, pero desde el año 34 va a haber una tradición de esto. Y sobre todo cuando a veces se piensa que la religión la profesan solo los adultos, las señoras, los niños… el gran hito histórico que se destaca siempre -y merece remarcarse-, fue el acercamiento de los adultos varones a la Eucaristía y sobre todo al sacramento de la reconciliación, es decir a la confesión. Fue importante esta renovación espiritual que obró el sacramento de la penitencia. También la cercanía en la organización de estos eventos que con las manos de los hombres pudieron llevar adelante.
La gente que aparece en las fotos de los libros es la gente que estaba a cargo de las comisiones, pero no hay mucha documentación fotográfica de toda la gente de los barrios de la ciudad que ayudó a la organización del congreso y a la preparación. Con solo pensar lo que fue la gran concentración de la niñez concentrada en Palermo para recibir por primera vez a Jesús en la Eucaristía, es un signo de lo que significó este Congreso…
Aleteia: Pareciera, lo que describe, una suerte de gran Iglesia caminando junta, una suerte de camino sinodal.
P. Ernesto Salvia: Esto fue potenciado además por el Papa XI, quien en el mes de marzo del 34 mandó en una sola bula a erigir 10 nuevas diócesis y elevar a 6 de ellas a arquidiócesis en el país. Esto ayudó a una mayor organización eclesial. Con esta bula de 1934 motivó un gran movimiento pastoral en cada una de estas iglesias locales.
Aleteia: Podríamos rastrear influencias del Congreso hasta hoy… no sólo por una división eclesial que nos ha quedado, un modo de trabajo conjunto entre las agrupaciones, sino también, de alguna manera, en el actual pontífice… Dos años después nacería Jorge Bergoglio. Hablábamos de la emoción en 1934 de recibir un colaborador directo del Papa…
P. Ernesto Salvia: Seguramente. Es sabido que la niñez y el crecimiento del hoy papa Francisco se dio en el seno de un hogar cristiano y de familia trabajadora que nutrieron su corazón. Además, siendo una familia de inmigrantes. Además, claro está, de las huellas espirituales que ya hablamos, tenemos que pensar también no solo en el apoyo de todas las parroquias y comunidades sino también del Estado. El aporte material con las colectas y las donaciones fue importante también.
Como constata el padre Salvia, como se ve en las múltiples evidencias fotográficas y audiovisuales, o se lee en los distintos trabajos académicos que aún hoy se siguen haciendo sobre el Congreso Eucarístico Internacional de 1934, se trata de un hito para la Iglesia argentina, un punto de inflexión para el rumbo y el lugar de la Iglesia en el continente.