¿Te cuesta orar? Los católicos tenemos grandes maestros de la oración en los santos de nuestra Iglesia. Aprendes muchísimo al leer sus vidas y escritos. Es algo que disfruto mucho. Y ellos tuvieron por maestro a Jesús.
San Josemaría Escrivá aconsejaba meterse en las escenas del Evangelio “como uno más”, de los que rodeaban a Jesús, permanecer cerca, escuchar sus palabras, verlo actuar, orar, sonreír.
“Yo te aconsejo que, en tu oración, intervengas en los pasajes del Evangelio, como un personaje más. Primero te imaginas la escena o el misterio, que te servirá para recogerte y meditar. Después aplicas el entendimiento, para considerar aquel rasgo de la vida del Maestro: su Corazón enternecido, su humildad, su pureza, su cumplimiento de la Voluntad del Padre. Luego cuéntale lo que a ti en estas cosas te suele suceder, lo que te pasa, lo que te está ocurriendo. Permanece atento, porque quizá El querrá indicarte algo”. (San Josemaría Escrivá)
La verdad es que tiene mucho sentido. No es igual leer un versículo del Evangelio que profundizar en sus palabras, meterse en él, imaginar que caminas cerca de Jesús, te acercas a él mientras habla, o te sientas a su lado. No tienes idea todas las enseñanzas extraordinarias que puedes obtener cuando haces esto.
Hoy quiero hablarte de una enseñanza vital: “Cómo orar con eficacia”. Y lo aprenderemos, como hicieron los grandes santos, directamente de Jesús.
Es tan impresionante la oración que practicaba Jesús, que los apóstoles, al verlo orar con tanto fervor y cercanía de Dios, no se resistieron y le pidieron: “enséñanos”. La escena es extraordinaria. Pero primero vamos a meternos en el Evangelio, seamos de los que están cerca de Jesús, con sus apóstoles. Veamos lo que ocurre a continuación.
“Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: “Señor, ensénanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.”(Lucas 11)
Algo vio este discípulo en la oración Jesús que lo impresionó.
Busquemos en la Biblia qué pasó, como oraba Jesús y lo que podemos aprender de Él.
"Jesús, pues, despidió a la gente, y luego subió al cerro para orar a solas. Cayó la noche, y él seguía allí solo." (Mateo 14, 23)
Le gustaba orar a solas, sin distracciones. Su oración era profunda, persistente, larga. Llegó la noche y todavía estaba orando. No es una oración como la nuestra, corta, apurada, distraída. La suya llegaba al corazón de Dios.
¿Sientes que Dios no te escucha? Te haré solo una pregunta. “Cuánto tiempo dedicas cada día a la oración?”
Es hora de cambiar y ponernos ante Dios y orar con fervor, sin distracciones, en su dulce presencia.
El mundo necesita de tus oraciones. Y lo sabes.
Abre tu Biblia y busca Santiago 5. Empieza a leer y encontrarás este maravilloso versículo:
"orad los unos por los otros, para que seáis curados.
La oración ferviente del justo tiene mucho poder."
¡Dios te bendiga!