Con el encierro a que nos obligaron por la pandemia, mi esposa Vida se aficionó a escuchar la misa diaria por Internet.
Su mejor amiga, Gloria, le sugirió escuchar las eucaristías de los Franciscanos de María. Desde entonces cada día me llama y nos sentamos un rato a escucharlos.
Hoy escuchamos durante su homilía al padre Santiago Martín su reflexión del “efecto suflé” en los católicos. ¡Fantástico! ¡Me encantó y quiero compartirlo contigo!
Me identifiqué enseguida porque lo he visto tantas veces ese efecto suflé en los católicos...
El suflé es un plato delicioso de textura esponjosa que crece hasta desbordar el plato y con el tiempo si no se come a tiempo y caliente, se desinfla y encoge.
En la fe este efecto les ocurre a muchos. Van a retiros espirituales o tienen un fuerte encuentro con Dios.
Se llenan de un fuego interior, desbordan de entusiasmo, quieren participar de todas las actividades en la parroquia y después, con el paso del tiempo se desinflan, disminuye su fervor y “no son capaces de soportar las pruebas de vida”.
¿Lo has notado? ¿Por qué ocurre esto? Nos desaniman las palabras injustas que alguien pueda decirnos, sentimos que prestan poca atención a nuestras ideas en los grupos de oración, pensamos que valemos poco, y al final creemos que lo mejor será abandonar nuestras actividades en la Iglesia como colaboradores.
Qué gran error. Es justo lo que el demonio espera que hagas para sacarte del camino y no puedas arrebatarle almas.
Tal vez pesa mucho nuestro “yo” y muy poco el amor al prójimo. El hecho es que todos tienen sus ideas y todas son valiosas.
Nadie pensará igual a nosotros, eso debemos tenerlo claro. Por eso conviene actuar con mucha comprensión y tener palabras llenas de bondad y misericordia, tratando de ponernos en el lugar del prójimo.
Nunca pierdas la humildad, es una virtud que agrada a Dios.
A veces olvidamos que para sostener vivo ese fuego de amor celestial que arde en nuestras almas, hay que orar mucho, con fervor y vivir con la certeza de sabernos escuchados por Dios. Somos sus hijos y Él siempre nos escucha.
La clave está en hacerlo todo por Jesús, para agradarle a Él y no a los hombres, saber que hacemos por amor, la voluntad de Dios, y procuramos vivir en su presencia amorosa.
¡Ánimo! Dios espera mucho de ti.