Nos encanta que escriban a Aleteia. No hay nada más gratificante que compartir con nuestros lectores y que compartan con nosotros su fe, sus ilusiones, sus anhelos y esperanzas. Cada carta o email que llega la leemos con atención, como si fuese la única.
En ocasiones nos sorprenden los correos. Son tan agradables y edificantes que vale la pena compartirlos, darlos a conocer.
Este es el caso de la historia de Pachito que hace unos días recibimos desde Bogotá, Colombia.
Fue en un correo de Claudia Elena Rodríguez. Su relato era tan simpático y edificante que no me pude resistir a compartirlo con ustedes.
Pachito es un habitante de la calle, de unos 45 años, que pide limosna en las frías calles de Bogotá.
Una tarde dominguera, al salir de misa, lo vi sentado en el piso, alargando su mano sin recibir nada. Cuando pasé delante, se levantó y me dijo:
─Usted sí me va a ayudar, ¿cierto monita? Por favor, diga que sí… es que tengo unas ganas de un tamal (arroz con guiso de pollo, cerdo y verduras, cocido en hoja de plátano)… Diga que sí, yo sé que usted puede… ¿sí?
Me sonreí y supo que me había conquistado. Entonces caminé hacia el supermercado cercano, con Pachito al lado, dándome claras instrucciones:
─Cómprelo arriba (en la cafetería) para que lo calienten… y con una gaseosita. Gracias monita, yo la espero aquí.
Y así fue como conocí a Pachito.
Él, que seguramente lleva muchos años pidiendo en la calle y sabe perfectamente cómo es que uno logra lo que necesita, me dio una clase magistral. Me enseñó:
1Que se pide con humildad
“Por favor diga que sí”, dijo en tono de súplica.
2Que se pide con perseverancia y gratitud
Caminó al lado mío hasta que entré en el supermercado, dándome las gracias anticipadamente.
3Que se pide con fe
“Yo sé que usted puede”, fue su frase contundente.
Pero sobretodo, Pachito me enseñó que se pide con ganas: “es que tengo unas ganas de un tamal”... dijo saboreándose y ponderando lo sabroso de los tamales que allí venden, al punto que yo también me antojé del tamal.
Me quedé pensando que muchas veces eso es lo que falta en mis oraciones de petición, ¡echarle ganas!
Me autoanalicé y pensé que tal vez por cansancio, conformismo, apresuramiento, una fe débil, o todas las anteriores, muchas veces pido desganadamente, con el mismo entusiasmo con que me cepillo los dientes, y así no se pide.
Debemos pedir como Pachito, con hambre, con ganas fervientes de ser escuchados y atendidos por el Señor, que es un Padre generoso con los bolsillos llenos de gracias para darnos.
Después de todo las Sagradas Escrituras nos dicen: "… hay que pedir con fe, sin vacilar" (Santiago 1, 6)
Espero que hayamos aprendido de la historia. Es cierto lo que nos dice, hay que echarle ganas a la oración, perseverar, sin rendirnos ni desanimarnos. Decía el Padre Pío que “la oración es la llave que abre el Corazón de Dios.”
Quedamos con ganas de probar ese tamal.
Un saludo fraternal a todos los hermanos y hermanas colombianos y a nuestros lectores alrededor del mundo.
Desde Aleteia les deseamos la santidad que Dios nos pide. Seamos todos hermanos, y santos para Jesús.
¡Dios te bendiga!