Si la cantante Sinéad O’Connor hubiera hecho la denuncia que pretendía sin romper en el escenario una foto de Juan Pablo II quizá su mensaje y, no este gesto, sería lo que ahora recordásemos.
Un 3 de octubre de 1992, en una de las retransmisiones más vistas de la televisión estadounidense, el programa Saturday Night Live, tras su actuación, la cantante irlandesa rompió la foto del Papa.
Se refirió a él como “evil”, “malo”, y mientras rompía la foto en varios pedazos exclamaba: “Fight the real enemy” (Combate al verdadero enemigo).
Fue un gesto despreciable, innecesario y burdo. Con él, la cantante pretendía protestar por los casos de abusos sexuales cometidos contra menores por parte de miembros del clero, especialmente, en su tierra natal, Irlanda.
Para que la reivindicación tuviera más repercusión, la foto que rompió correspondía a la visita del Papa Wojtyla a Irlanda en 1979.
La artista aprovechó su fama mundial para llamar la atención mediante una acción que le costó caro. Tras haber triunfado con la canción “Nothing compares 2 U” su carrera musical pasó a un segundo plano para el gran público. Quedó claro cuando unas semanas después de haber roto esa foto fue fuertemente abucheada durante un concierto en homenaje a Bob Dylan.
“Representaba mentiras y mentirosos y abuso. El tipo de personas que callaban estas cosas eran demonios, como mi madre”. Son palabras de O’Connor en su libro autobiográfico “Rememberings” publicado en junio de este año. Explica en este volumen que romper la foto de Juan Pablo II fue un acto totalmente premeditado.
Solo esperó a la ocasión propicia para hacerlo. Quería destruirla en el “momento correcto”. La instantánea la robó de casa de su madre tras la muerte de esta en 1985 y la conservó hasta que la rompió en 1992.
Sinéad creció católica, pero en un ambiente familiar turbio impregnado de maltrato y abuso. Su nombre completo es Sinéad Marie Bernadette O'Connor en honor a Bernadette Soubirous. Tras muchos años de “búsqueda espiritual”, se convirtió al islam en 2018 habiendo pasado antes por el rastafarianismo o el protestantismo dentro del que incluso fue ordenada sacerdotisa.
Tras el polémico episodio, Sinéad continuó en la música colaborando con muchos de los grandes, pero no volvió a tener otro éxito mundial y años después terminó en rehabilitación por adicción a las drogas. También pasó por varias clínicas de salud mental.
En el camino, se casó 4 veces y tuvo 4 hijos y se declaró lesbiana y después rectificó. En los últimos años, ha dado algunos sustos como en 2015, cuando la policía salvó la vida a O’Connor tras publicar en Facebook que había ingerido una gran cantidad de pastillas.
Lo cierto es que, tras romper la fotografía del Papa, la prensa estadounidense le hizo el vacío y miles de personas dejaron de interesarse por su música, pese a que ella siguió cantando y sacando discos.
También son contradictorias sus declaraciones sobre esta polémica de su vida. En 1997 fue entrevistada por una publicación italiana en la que confesaba que le gustaría que Juan Pablo II la perdonara. Aseguró que romper su fotografía no había tenido sentido y que fue solo un gesto de una rebelde que se acababa de rebelar contra la fe. Sin embargo, en 2002, en otra entrevista afirmó con rotundidad que no cambiaría nada de aquella actuación del 3 de octubre de 1992 en Saturday Night Live.
Casi 30 años después, la cantante asegura de nuevo que no se arrepiente de nada, tal y como explica en su libro: “Lo que hizo descarrilar mi carrera fue tener un disco en el número uno y romper la foto me devolvió al camino correcto. Tenía que volver a ganarme la vida actuando en directo. Porque he nacido para eso. No nací para ser una estrella del pop. Porque para eso hay que ser buena chica. No ser demasiado problemática”.
La denuncia de Sinéad O’Connor fue totalmente válida, pero no lo fueron las formas. Fue una denuncia válida y necesaria. La forma de afrontar los terribles casos de abusos sexuales perpetrados por miembros del clero, gracias a Dios, ha dado un giro copernicano en los últimos años entre la jerarquía y los miembros de la Iglesia.
La perversa estrategia de enterrar en lo más profundo los hechos, proteger a los depredadores sexuales y humillar a las víctimas es cosa del pasado. Pero, el dolor de los abusados no pasa. Las secuelas no pasan. Irlanda es uno de los puntos más negros de “los crímenes repugnantes de los abusos”, usando las mismas palabras de Francisco en 2018 cuando visitó el país. Diferentes organismos e informes han reportado casi 15.000 casos de abusos perpetrados entre los años 70 y 90. Era un secreto a voces que las jerarquías ocultaron estos crímenes para preservar la reputación de la Iglesia.
Así lo reconoció el Papa Francisco: “Considerando la realidad de los más vulnerables, no puedo dejar de reconocer el grave escándalo causado en Irlanda por los abusos a menores por parte de miembros de la Iglesia encargados de protegerlos y educarlos. El fracaso de las autoridades eclesiásticas obispos, superiores religiosos, sacerdotes y otros— al afrontar adecuadamente estos crímenes repugnantes ha suscitado justamente indignación y permanece como causa de sufrimiento y vergüenza para la comunidad católica. Yo mismo comparto estos sentimientos”.
Sí, Sinéad O’Connor tenía motivos para protestar y era justo que utilizara su fama para ser la voz de quienes entonces no tenían voz. Sin embargo, su mensaje quedó desvirtuado por el modo de hacerlo. Ofender siempre es contraproducente. Y en este caso lo fue, tanto para ella como para la causa que quiso defender.