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Chiara Margarita Cozzolani: De los muros del convento a Spotify

MUSIC
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Sandra Ferrer - publicado el 13/10/21
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Melodías escondidas durante siglos en viejas partituras renacen gracias a las nuevas tecnologías

No toda la música compuesta en el pasado ha sobrevivido al paso del tiempo. Y la que ha sobrevivido, no siempre ha despertado el interés de estudiosos y profanos de la música. Durante los años de la Contrarreforma, sobre todo en Italia, existió un brillante resurgir de la producción artística e intelectual en muchos conventos femeninos cuyo talento no siempre traspasó sus recios muros y densas rejas del claustro.

En Chiara Margarita Cozzolani encontramos a una mujer cuyo arte musical fue alabado en su tiempo. Algunas de sus obras fueron dedicadas a importantes personalidades de la Italia del Barroco, lo que demuestra que esta brillante religiosa fue una de las mujeres compositoras de música sacra más importantes de la historia.

Su nombre real era Margarita Cozzolani. La hija pequeña de una importante y rica familia de mercaderes de Milán, había nacido hacia el año 1602. Aunque se desconoce la formación que recibió Margarita en su infancia, es muy probable que fuera muy similar a la de otras jóvenes de alta cuna que tenían el privilegio de contar con tutores personales que las acercaban a disciplinas como el arte o la música.

Cuando tenía dieciocho años, en 1620, siguió los pasos de otras mujeres de su propia familia. Alguna de sus hermanas y tías habían ingresado en el monasterio benedictino de Santa Radegonda, situado cerca de la catedral de Milán.

Margarita añadió Chiara a su nombre religioso e inició una larga vida como religiosa. En los primeros años como monja, Chiara Margarita dedicó parte de sus días a la composición musical y al canto en el coro. Tanto ella, como otras religiosas de la comunidad, eran bien conocidas por su talento vocal, tal y como afirma un cronista de la época: “Las monjas de Santa Radegonda están dotadas con tal raro y exquisito talento musical que son reconocidas como las mejores cantantes de Italia”, añadiendo que era la hermana Chiara Margarita era la que “merece el mayor reconocimiento”.

Chiara Margarita debió ser una importante compositora en su tiempo a juzgar por las dedicaciones de algunas de sus más importantes obras. Arzobispos, miembros de familias poderosas como los Medici, aristócratas, fueron algunas de las personalidades a las que dedicó sus composiciones, situándola en una red de amistades importantes y convirtiéndola en una reputada y reconocida compositora.

Su música traspasó las fronteras de Italia y circuló por las principales cortes e iglesias de la Europa del siglo XVII. Tal era su fama que incluso príncipes, condes o religiosos se acercaban a Santa Radegonda para oír de primera mano el talento musical de Chiara Margarita Cozzolani y el resto de religiosas.

En 1664, el Gran Duque Cosme de Medici quedó tan impresionado de las voces y la música de las religiosas de Santa Radegonda que afirmó que eran “cantantes e intérpretes de absoluta perfección”.

Chiara Margarita realizó una amplia producción musical entre la que se incluyen motetes, misas pascuales, vísperas, cantatas, salmos polifónicos, conciertos sacros… Una pieza dedicada a la Natividad de la Virgen María la compuso pensando en ser cantada por ocho voces, tanto de hombres como de mujeres. También impulsó dentro del convento de Santa Radegonda la producción musical y el canto como herramientas de alabanza a Dios.

En 1658 fue elegida abadesa. A partir de entonces, sus obligaciones como pastora de su grey conventual no le dejaron demasiado tiempo para componer y poco a poco fue dejando a un lado su dedicación musical. Pero su obra, a pesar de que algunas piezas se han perdido, esperó paciente a que el mundo volviera a descubrirla.

Los estudios del pasado con perspectiva de género han permitido que se recupere en muchas disciplinas el papel que tuvo la mujer en ellas. En el caso de la música, Chiara Margarita Cozzolani ha sido una de las beneficiadas de esta corriente historiográfica y ha permitido rescatar del olvido su amplia obra de música sacra.

En 1998, se editaban sus motetes completos. Sus piezas musicales se interpretan en iglesias intentando recrear el verdadero ambiente para el que la compositora creó su obra. Melodías que siguen sobreviviendo y que se han colado en las más modernas tecnologías. Entre ellas, las plataformas de música como Spotify nos permiten disfrutar de la música sacra que una religiosa de hace más de cuatro siglos compuso tras los muros de un convento benedictino.

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