Como muchos padres y madres trabajadores, Jim Schroeder, psicólogo infantil, iba y volvía de casa al trabajo en coche cada día. Sin embargo, en la primavera de 2007, después de salir con vida de un grave accidente, se quedó sin coche. Esta situación lo llevó a tomar una decisión sobre su rutina que le cambió inesperadamente la vida. Schroeder, que escribe ocasionalmente en Aleteia, comparte lo que aprendió de esta experiencia y por qué decidió compartirlo todo en un nuevo libro: Confessions of a Carless Commuter: What 40,000+ Motorless Miles Taught Me About Life (“confesiones de un trabajador sin coche: lo que más de cuarenta mil millas sin motor me enseñaron sobre la vida”).
Jim Schroeder: Todo empezó después de dejar atrás una luz verde en una intersección en St. Louis (Missouri, EE. UU.). Llegó una caravana a toda velocidad cruzando la intersección y chocó contra nuestro coche. Salí indemne, pero nuestro coche quedó siniestro total y, como yo no había dejado la intersección despejada (a pesar de que mi semáforo estaba en verde), fui considerado parcialmente culpable, por lo que la cobertura del seguro fue mínima. Como mi economía era limitada, un amigo me animó a usar el sistema de autobuses para ir a trabajar. Accedí a intentarlo a regañadientes y de ahí viene el resto de la historia que se detalla en el libro.
Lidiar con la meteorología fue un ajuste gradual, en múltiples aspectos. En parte, supuso aprender qué tipo de ropa me mantiene abrigado (¡más o menos!) y al mismo tiempo me permite correr y montar en bici. Otra parte, sin duda, era un ejercicio de superación del miedo al frío y de desarrollar una mayor apertura psicológica y aceptación en la gestión de los extremos.
Hablo más sobre lo que aprendí de estos trayectos y de los miles entremedios en mi libro. Entre muchas lecciones, aprendí que, gracias a un mayor conocimiento, una buena preparación y un cambio de mentalidad, podemos aprender no sólo a tolerar temperaturas más extremas de lo que pudiéramos pensar, sino aprender a disfrutarlas.
Lo cierto es que este es uno de los múltiples y geniales regalos de trasladarse sin coche. Aunque, en efecto, requiere mucha organización, preparación y planificación, a cambio hay muchos tipos de beneficio, incluyendo el tiempo.
En una semana entera de ir en bici al trabajo, consigo hacer unos 100 km de ejercicio con solamente un poco más de tiempo de lo que habría tardado en ir y volver en coche. En bicicleta tardó entre 5-10 minutos más en llegar al trabajo que si conduzco, así que, en realidad, gano tiempo en el proceso para centrarme en otras cosas (además de mantenerme activo). Definitivamente es uno de los auténticos regalos de moverse sin coche.
Bueno, necesitaría todo un libro para describirla, y por eso lo he escrito, pero te diré que hay dos lecciones que están entre las más esenciales: Una, que las oportunidades para la alegría y la paz abundan en este mundo, pero a menudo están ocultas e inaccesibles cuando no dedicamos tiempo y esfuerzo a considerarlas. Dos, que los pequeños cambios de hábitos y perspectivas pueden crear enormes cambios de salud, armonía, felicidad y santidad. Nunca se me hace esto más evidente que durante mis trayectos diarios.
Compartí estas experiencias porque son universales. Puedo decir con sinceridad que cada uno de los capítulos se puede aplicar a cualquier ser humano en un día cualquiera. Hayas o no montado en bici, corrido o desplazado al trabajo sin coche, las reflexiones y lecciones que comparto nos sirven a todos.
En un tiempo en que tantas personas luchan contra las dificultades de la pandemia y de otros sucesos por todo el mundo, sentí una profunda llamada para escribir un libro sencillo sobre experiencias profundas que fuera accesible para todos, incluso para nuestros jóvenes, y que nos ayudará a sentirnos mejor e incrementar nuestro sentimiento general de resiliencia y positividad. En tan solo poco más de 100 páginas, mi objetivo ha sido compartir cómo los trayectos al trabajo sin coche me han enseñado 10 lecciones clave (de ahí los 10 capítulos) y unos cuantos temas globales por los que todos estamos llamados a vivir nuestra vida diaria. En muchos aspectos, el libro también es una aplicación práctica de nuestra fe cristiana a través de los ojos de un marido, padre, psicólogo y trabajador sin coche. Todos estamos llamados a compartir nuestra historia a nuestra propia manera única. Esta es la mía.
Sí, sigo sin utilizar el coche muchos días. Sin embargo, después de 10 años de tener solamente un coche (que mi esposa usaba casi en exclusiva), ahora tenemos dos coches porque, con ocho hijos y cinco temporadas deportivas, la logística es bastante exigente, cuanto menos. Sin embargo, los días que voy al trabajo y luego vuelvo a casa, casi siempre hago el trayecto en bici, corriendo o en autobús. Y 14 años después de aquel trascendental día en una intersección de St. Louis, doy gracias por tener la oportunidad de hacerlo.