Este mes de octubre de 2021 recordamos dos importantes aniversarios en la historia de la música. Se trata de los 400 años de la muerte del compositor holandés Jan Pieterszoon Sweelinck y los 200 años del nacimiento del compositor alemán Friedrich Kiel. En homenaje a ellos recordaremos algunas de sus composiciones de música sacra.
Nació en Deventer en 1562, hijo, sobrino y nieto de organistas de apellido Swybbertszoon. Su primera educación musical seguramente la recibió en el seno de su familia, aunque más adelante sería alumno del sacerdote católico Jacob Buyck, al menos hasta 1578 cuando Ámsterdam (ciudad a la que la familia se había mudado) abrazó el Calvinismo.
Fue famoso docente y en Alemania se lo conocía como “fabricante de organistas”. Sus alumnos eran considerados músicos de referencia para otros organistas. También se destacó como compositor, especialmente en partituras para instrumentos de teclado. Fue incluso uno de los primeros en escribir fugas para órgano.
En ocasión de la primera edición de sus obras (entre 1592 y 1594) decidió cambiar su apellido paterno por el de su madre, Elske Jansdochter Sweeling.
Nos ha legado más de setenta obras para teclado y también más de doscientos cincuenta obras vocales, entre canciones, madrigales, motetes y salmos. Su obra vocal es más conservadora que su obra para teclado, sin embargo muestra complejidad rítmica y un rico uso del contrapunto.
Los amantes de la música vocal del temprano barroco disfrutarán seguramente las obras que compartimos a 400 años de su partida al Padre.
Nació en Puderbach el 8 de octubre de 1821. Como niño prodigio que había compuesto ya varias piezas a los trece años, supo llamar la atención del príncipe Albrecht Sayn-Wittgenstein-Berleburg, gran amante de la música. Gracias a él logró tomar clases con renombrados docentes de la época y llegó a ser director de la corte y profesor de música de los hijos del príncipe a la temprana edad de dieciocho años.
Fue docente en el prestigioso Conservatorio de Stern, donde enseñó composición y en 1870 se unió a la facultad de la recién fundada Universidad de las Artes de Berlín, que con el tiempo se ganaría gran renombre.
Nos legó más de setenta obras entre las que suelen destacarse sus composiciones para música de cámara, pero incluyen también un concierto para piano, oratorios, motetes, una Missa Solemnis y dos Requiems.
Compartimos algunos fragmentos de estas últimas composiciones sacras:
Ojalá hayan disfrutado de esta bellísima música