Un 21 de octubre partía a la Casa del Padre Santa Laura Montoya, una pionera que abrió muchos caminos, la mayoría impensables para una religiosa que vivió a finales del siglo XIX y la primera mitad del XX en Colombia.
María Laura de Jesús Montoya Upegui, más conocida como madre Laura, nació en el municipio de Jericó (Antioquia), el 26 de mayo de 1874, falleció en 1949 y fue canonizada el 12 de mayo de 2013 en El Vaticano.
No fue la típica monja de su época, como se confirma al analizar sus postulados, obras y legado. En las siguientes líneas Aleteia resume diez claves para entender por qué esta santa es considerada una adelantada
Mujer y misionera
A pesar de que el papel de las mujeres en la Iglesia y la sociedad era muy limitado porque estaban destinadas a casarse o entrar a un convento, la madre Laura, antes de ser religiosa, fue misionera. En la Colombia de su tiempo, el machismo consideraba a la mujer como "posesión" del hombre. Ellas no podían votar, ir a la universidad o desempeñar cargos públicos. En esa época, Laura fue a la selva del noroccidente colombiano con cinco compañeras, entre ella su madre. Soportó calumnias, rechazos, críticas y oposiciones fuertes, pero cumplió su objetivo de llevar la palabra de Dios a donde nadie llegaba. De esa manera hizo evidente "la Iglesia en salida" de la que muchas décadas después hablará el papa Francisco.
Defendió a indígenas y afrocolombianos
En su autobiografía escribió que desde que tenía 17 años se conmovía con la situación de los aborígenes de América, de ahí que se convirtieron en "unas llagas continuas" en su alma. Sufría por la forma como eran tratados y por ser considerados seres sin alma. Vivió en la selva por amor a ellos.
Mentalidad universal
No establecía fronteras ni diferencias entre los seres humanos, una posición que la enfrentó a la misma Iglesia, la sociedad dominante y la clase política. Pese a que la mujer no podía tener roles protagónicos, la madre Laura decidió vencer esos obstáculos y ayudar a quienes la necesitaban y cumplir, según repetía, "la voluntad de Dios".
Fundadora de una congregación
Solo recibió el apoyo y la confianza de monseñor Maximiliano Crespo, arzobispo de Santafé de Antioquia. Hizo que las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena fueran "mujeres intrépidas, valientes, inflamadas en el amor de Dios, que pudieran asimilar su vida a la de los pobres habitantes de la selva, para levantarlos hacia Dios". Estas monjas misioneras hoy tienen presencia en 21 países de tres continentes.
Misión de “pobre a pobre”
Este concepto innovador solo se concretó por parte de la Iglesia durante la Tercera Conferencia General del Episcopado de América Latina (1979), conocida también como la Conferencia de Puebla, México. Allí, los obispos latinoamericanos, agrupados en el Celam, adoptaron la idea de dar "desde la propia pobreza".
Inspiradora del Primer Congreso Misionero
De este congreso nacieron los Misioneros Javerianos de Yarumal, en Colombia, el primer seminario de misiones extranjeras de América Latina y uno de los siete existentes en el mundo. Uno de estos misioneros, el padre Fabián López, inspirado en la filosofía de santa Laura Montoya, sostiene: "Cuando llegué a África los misioneros europeos me preguntaban qué hacía allá, si venía de un país muy pobre. Yo les decía que mi misión era compartir y ayudar a otros a encontrar el pan de la vida, que es Dios, pobre a pobre, como enseñó la madre Laura". Infortunadamente, la religiosa no pudo asistir al Congreso inspirado por ella en 1924 porque la jerarquía de la Iglesia no se lo permitió.
Contempló a Dios en la naturaleza
Este tema tan presente en la sociedad de hoy, motivo de gran preocupación para el papa Francisco que en su encíclica Laudato si (2015), hace un llamado para el cuidado de la ‘Casa común’, también fue una inquietud recurrente de la monja hace cien años. En su libro Voces místicas de la naturaleza ella consideraba que el medio ambiente era "un sagrario".
Creció sin estudios y llegó a ser maestra
"Trabajó por la formación de sacerdotes y religiosas, fue maestra de maestros", dijo la hermana Esperanza Arboleda, encargada de la Provincia Nuestra Señora del Rosario de la congregación. Madre Laura vivió en una gran pobreza y sufrió en carne propia la violencia pues su padre fue asesinado cuando ella apenas tenía dos años. Sin embargo, a los 16 ingresó a la Normal de Institutoras y para lograr su sustento se graduó como maestra. Luego se convirtió en una gran pedagoga, además de escritora de novelas y cartas.
Llegó a donde el Estado no llegaba
Con la finalidad de educar y evangelizar llevó a sus compañeras monjas a lugares olvidados de Colombia. Inclusive hoy, las Lauritas hacen una gran labor social y pastoral en zonas como el departamento del Guainía, en la selva amazónica, y se adentran en apartadas poblaciones a las que se llega en lancha o a lomo de mula después de varios días de penosa travesía. Como hace muchos años, estas monjas prestan servicios de salud y educación y alientan con la palabra de Dios a personas humildes que viven en territorios donde no hay presencia del gobierno.
Trabajó por la interculturalidad
Según la hermana Esperanza Arboleda, la santa "vivió la sinodalidad de hoy en día desde el voto de obediencia. Y desde allí debemos vivir la pobreza, con libertad, disciplina, entusiasmo".
Por estas y muchas otras razones, biógrafos, teólogos, creyentes y especialistas en su prolífica vida afirman que santa Laura Montoya tiene todos los méritos para ser declarada doctora de la Iglesia católica.