Van 116 presos muertos en dos motines. Su presidente, Guillermo Lasso celebró hace apenas meses su triunfo en segunda vuelta como “histórico” para el país. Y desde un punto de vista, ciertamente lo era. Fue el primero que derrotó en unos comicios presidenciales al movimiento del exmandatario Rafael Correa en casi 15 años.
Aquellos comicios estuvieron enmarcados por una fuerte ola de pandemia que se ensañó con Ecuador, entre otros países sureños. Poco después, Lasso, banquero, se encuentra bajo investigación por haber ocultado supuestas colocaciones de capitales en paraísos fiscales, según Pandora Papers.
Cielo encapotado
Los problemas no los trajo Lasso, obviamente. Más bien heredó un terreno minado. Ecuador es un país que ha tenido siete mandatarios entre 1997 y 2005 y donde este año ocurrió de las peores masacres carcelarias en la historia de Latinoamérica. Alguien ha dicho que las penitenciarías allí son auténticos "comandos centrales criminales". No es fácil controlar la situación.
Según datos publicados por AFP, Lasso desplegó tropas militares hacia las cárceles, con capacidad para 30.000 personas y con una superpoblación de 30%. Y las dos principales organizaciones criminales de Ecuador pasan de los 20.000 miembros. Sus bandas reinan en los penales.
Con ocasión de aquél triunfo electoral, un análisis de la DW destacaba: “Guillermo Lasso promete prosperidad basándose en el extractivismo. En su discurso no faltan palabras clave como igualdad de género y desarrollo sustentable. ¿Realista? Claro queda que su primer desafío es la vacunación”.
Dentro de ese marco de euforia que generalmente acompaña las victorias políticas, pocos analistas serios consideraban que se trataba del fin del correísmo. La primera vuelta la había ganado la gente de Correa y, aún cediendo ese voto duro en la segunda, conservaron el control del mayor bloque parlamentario. Y un dominio del parlamento por parte de la izquierda dibuja un cielo encapotado que anuncia tempestad.
Los obispos oyen crecer la hierba
Los obispos han visto ese horizonte lleno de nubarrones y hace días se mostraron preocupados por la situación del país, afectado en las últimas semanas por esa grave ola de violencia vinculada al narcotráfico que controlan grupos criminales.
En el comunicado del Consejo de la Presidencia de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE), difundido este 22 de octubre al término de su 150ª Asamblea Plenaria, sinceraron la situación: "No es aceptable que los diferentes actores sociales y políticos hipotequen el futuro del país buscando únicamente sus propios intereses", denunciaron, porque con ello están “quebrantando la esperanza que resurgió en el corazón de nuestro pueblo, después de sufrir los desastrosos efectos de la pandemia, gracias a un plan de vacunación que contó con la ayuda de todos los sectores de la sociedad", se lee en la exhortación pastoral.
Responsabilidad de los políticos
Y resaltaron: “El aumento de la inseguridad y de la violencia, el dolor y la preocupación que se vive por las sangrientas muertes en las cárceles y en las calles de nuestras ciudades han enlutado al Ecuador entero”.
Ya el 8 de mayo pasado el episcopado ecuatoriano se hacía eco de la voz de los obispos colombianos en su rechazo a la violencia desatada con las protestas y declaraban estar unidos en oración por los que sufrían los embates de la violencia en ese país vecino. Tal vez intuían, por ese crecer de la hierba que sólo la Iglesia parece ver y escuchar, que pronto podrían encontrarse en una situación similar.
El episcopado ecuatoriano reconoció, en aquella ocasión, algo crucial para entender estos avatares: que los problemas sociales no enfrentados por décadas producen igualmente sufrimientos, en particular, “la “hipocresía de quienes identifican la paz con el silencio cómplice, con la indiferencia egoísta y con la retórica del status quo”.
En ello, coinciden con los obispos colombianos, con los venezolanos, con los chilenos y con el propio Papa Francisco que no ha dejado de poner el acento en la responsabilidad de los políticos y sus gobiernos que deben ver el sufrimiento de los pueblos y ofrecer soluciones a las demandas de los más vulnerables, lo cual tiene mucho de evangelio y poco de política.
Estado de excepción
Hoy, a cinco meses en el poder, demasiado pronto para no ser riesgoso, la irritación social aumenta, la pandemia aún hace estragos, las alianzas que imponía la realidad política no se han conseguido, la gobernabilidad es cada vez más frágil y la normalidad es sólo un anhelo.
Ya con Moreno, la población se había lanzado a la calle protestando las medidas de austeridad. Así como en Colombia y Chile en octubre del 2019 las calles se habían llenado de manifestantes, hoy Ecuador pasa por lo mismo. Si bien es cierto que la condición ultraderechista del presidente Lasso provoca acoso desde las trincheras de sus adversarios –como se notó la injerencia de la izquierda en los desastres de Chile y la alteración en Colombia- también lo es la existencia de insatisfacción y desesperación entre las poblaciones más vulnerables, lo cual atiza los fuegos con gran facilidad.
La debilidad en la gobernabilidad deja espacio abierto a la criminalidad. Ecuador, junto a Colombia y Perú, forma parte del trío de países latinoamericanos con mayor producción mundial de cocaína. Pero, mientras aquellos dos países se ahogaban en violencia por causa de la narco guerrilla –baste mencionar a las Farc en Colombia y Sendero Luminoso en Perú- , el país de Lasso gozaba de paz. Hasta que llegó la guerra, porque donde hay droga hay criminalidad y , tarde o temprano, estalla la violencia.
Y tanto ha sido así, que el presidente ecuatoriano se ha visto obligado a decretar el estado de excepción por 60 días para sacar a los militares a las calles en apoyo a la policía sin restringir, por ahora, las libertades civiles.
Un corredor maldito
Resaltan las declaraciones de Daniel Pontón, decano de la Escuela de Seguridad y Defensa del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), quien asegura que Ecuador carece de "una respuesta contundente frente a un problema mayor, que es la penetración del crimen organizado transnacional". De hecho, el propio mandatario ha reconocido, en sus propias palabras, que "la soberanía nacional está amenazada por el narcotráfico". Ecuador forma parte del corredor por donde la droga circula a través del continente.
En la mira de los narcos
No en balde los narcos tienen su mirada puesta en Ecuador. Y sus intereses también, al ser un país dolarizado que dispone de estratégicos puertos marítimos para sacar “mercancía” hacia el exterior. Por las cuencas del Pacífico y del Amazonas, sale cuantiosa cantidad de droga hacia Estados Unidos. De toda la cocaína colombiana que entra a Ecuador, sólo el 40% de ese flujo monetario está reflejado en el sistema bancarizado. El consumo interno de droga, para este año, se estima en 100 toneladas.
En medio de semejante polvorín, el gobierno incrementó el precio del combustible en 12%, lo que ha indignado a la clase trabajadora que ya anuncia protestas por las continuas alzas de precios que complican el costo de la vida.