Esta semana, desde Aleteia me propusieron el siguiente tema: ¿Cómo, cuándo y dónde decirle a un niño que es adoptado? En ese momento, solo pude pensar en una persona: una amiga mía, a la que vamos a ponerle el nombre de Teresa. Pensar en ella es recordar una frase suya sobre su adopción:
Después de una declaración tan rotunda, todos nos quedamos con ganas de saber más, de saber cómo hizo su madre para darle esa noticia. Teresa tenía siete años y, sin ningún escenario preparado, con toda naturalidad, una noche, cuando la acostaba después de rezar, Teresa le preguntó a su madre si había salido de su barriga. Su madre le respondió que no, tranquilamente. No había estado en su barriga. No era una hija biológica, sino adoptiva. Eso significaba que había estado en la mente de Dios desde siempre, pensada para ser su hija. Y la espera de la adopción, bastante más larga que la de un embarazo, hacía que todo fuera más especial, más deseado y más querido. Teresa recuerda lo feliz que se durmió esa noche.
Hoy día esa niña se ha convertido en una mujer magnífica, que nunca tuvo deseos de conocer e investigar a su familia biológica. Su gestación y nacimiento no eclipsa, ni empaña, ni distorsiona, su sentimiento de pertenencia a su familia. Una familia que sustituyó las diferencias en el ADN por las mejores acciones de amor con mayúsculas. El resultado fue una madre que consiguió "que los hijos biológicos parecieran unos pringados”.
No todos los casos son tan idílicos
Sé que no todos los casos son tan idílicos, que son muchos los que, en la rebeldía de la adolescencia, fantasean con su familia biológica, víctimas de situaciones extremas e involuntarias. Que pueden sentir rechazo a la familia que les exige. En esos casos, hay que recordar que todos, hijos biológicos o adoptivos, pueden pasar por crisis de identidad en la adolescencia, pueden tener problemas sea cual sea su origen.
Pero, como aspecto positivo, hay que decir también que será en ese periodo, tras conseguir cristalizar todo el cariño recibido en la infancia, cuando reafirmen su sentimiento de pertenencia a la familia adoptiva, reconociéndola como su verdadera familia.
3 consejos para acertar
Así que, con todo cariño, si estás en esta situación, sólo me queda recomendarte una serie de tips que creo serán positivos:
1- Que se entere por sus padres. Adelántate a los compañeros de clase, a una conversación inconveniente que no debería escuchar. Que seáis vosotros, desde el cariño y la normalidad, los que le digáis que es un niño adoptado. Que no piense que no se lo habéis contado porque la situación os causa algún tipo de rechazo.
2- Aprovecha con sencillez, como la madre de este artículo, una pregunta que haga el niño. Que sea él quien comience la conversación y, con toda la naturalidad que te sea posible, cuéntaselo.
3- Que el niño pueda volver a sacar la conversación cuantas veces quiera y cuando él quiera. A lo mejor no quiere ahondar más en el tema cuando reciba por primera vez la noticia. Tiene que reposar la información. Quizá en otro momento retomará el asunto, probablemente con más preguntas. Es como cuando vamos al médico: salimos de la consulta aturdidos y, cuando procesamos la información, nos van surgiendo las preguntas. Pues a él le puede pasar lo mismo.
Y, lo último y más importante: si hay un elemento que la madre de este artículo hizo especialmente bien fue que puso en la pole position a Dios, y eso marca la diferencia. Ese plan, diseñado por Él, no puede no ser perfecto, no puede no ser el mejor. Así que, recordando que Dios y tú sois mayoría absoluta, si tienes que anunciarle ese notición a tu peque, no te olvides de que ha sido un plan especialmente diseñado por Dios para vosotros. Mejor plan, mejor opción... imposible. Why not?