Cuando las heridas de aquella masacre carcelaria de fines de septiembre, con más de 100 reclusos heridos en la Penitenciaría del Litoral, aún seguían abiertas, una nueva masacre carcelaria las empeoró.
Según informaron medios locales, entre el 12 y 13 de noviembre, en la misma cárcel del noreste de Guayaquil, unos 68 presos fallecieron tras los nuevos enfrentamientos que se registraron en el lugar.
Con estas cifras, que ya suman cerca de 190 reclusos fallecidos en ambas masacres, una vez más la situación carcelaria es sinónimo de “infierno” en Ecuador.
Por otra parte, allá del estado de excepción que rige en Ecuador a raíz de tanta violencia suscitada en los últimos tiempos, otro drama un tanto escondido que se vuelve a repetir: el de los familiares de las víctimas que han tenido que reconocer a sus seres queridos.
Mientras tanto, detrás de lo acontecido en esa cárcel de Ecuador aparece todo aquello que de alguna manera se replica en el resto de América Latina. Por ejemplo, la lucha por el control de las cárceles entre bandas delictivas, el narcotráfico, la corrupción. Esto además de situaciones interpelantes como las condiciones de vida de los reclusos y el hacinamiento.
¿Se hizo algo para tratar de resolver la crisis?
“La violencia en las cárceles no es más que una expresión de lo que se da en la sociedad. Además del sistema de rehabilitación, nosotros insistimos mucho más en el tema de la prevención. En Guayaquil vemos que los niños y los jóvenes desde muy tempranas edades comenzaban a consumir drogas y son reclutados para el sicariato”.
Así se expresaba hace algunos días el presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, monseñor Luis Cabrera, en una entrevista con un medio local (ver fragmento en Twitter) tratando de responder si el estado ecuatoriano había hecho algo para tratar de resolver la crisis carcelaria.
Más allá de las explicaciones ofrecidas por Cabrera, quien además hizo referencia a la constitución de un comité de paz integrado, entre otros, por pastores evangélicos, la necesidad de encontrar una solución no se hace esperar.
Cese de violencia
¿Hasta cuándo? Aquí otras de las preguntas que por estas horas interpelan. En tanto, a esta hora, mientras persisten los ecos de esta nueva masacre, el recuerdo una vez más del último pronunciamiento hecho por la Iglesia (cuando se dio la masacre de septiembre) y que hacía un claro llamado al cese de la violencia. Pero también se pedía “valorar la vida humana” y ser conscientes “de la dignidad de la naturaleza humana”.
“El alto número de fallecidos es un precio muy grande para mantener un negocio de muerte y dejar impasible a una sociedad que se siente temerosa, acongojada e imponente; que corre el peligro de exigir más muertes pensando con ello en su seguridad individual”, expresaron los obispos en uno de los pasajes del comunicado ofrecido a Aleteia.