A diferencia de ciertos países latinoamericanos instalados en perturbaciones de corte política, en Europa nos habíamos acostumbrado a un crecimiento de los precios muy contenido.
El Banco Central Europeo ha logrado un nivel de credibilidad en su objetivo de inflación; que incluso llegó a capear la tormenta de las crisis del euro con aquel famoso "What ever it takes the Mario Draghi" del 2012. Éste aseguraba que usarían los instrumentos que fueran necesarios sin cortapisas para sostener la unidad del euro.
No obstante, si bien en Europa no se temía una inflación descontrolada, el miedo a una espiral deflacionista estaba presente. Alguien podría pensar que una deflación, una caída de los precios, es una buena noticia. En realidad, no.
Japón ha sufrido gravemente en un proceso deflacionista durante unos quince años y no es algo que recomienden. Una caída de los precios provoca una parada en el consumo y en consecuencia de la producción. ¿Por qué iba a comprar un coche hoy si dentro de un año lo podrá comprar más barato?
Ante algo así, a nivel macroeconómico, en el agregado, se paraliza la actividad económica. Para incentivar la inversión y la producción, la autoridad monetaria busca bajar los tipos de interés.
Así permitiría circular mayor flujo monetario para las operaciones económicas; pero ¿hasta dónde puede bajar los tipos de interés? Salvo raras y puntuales excepciones el tipo de interés nominal no puede ser inferior a 0.
¿Por qué? Porque si a usted le proponen el negocio de ahorrar 100 euros en una cuenta, lo lógico es que no acepte que le devuelvan menos de 100 euros deduciendo intereses negativos; para eso se quedaría el dinero en su casa debajo de un colchón.
En consecuencia, la autoridad monetaria podrá ejecutar políticas monetarias efectivas de estímulo salvo cuando el tipo de interés nominal haya alcanzado el 0. En ese caso se dará una trampa de la liquidez.
... y llegó la pandemia
Y cuando estábamos más preocupados por esa trampa de liquidez y riesgo deflacionista, sobrevino la pandemia Covid-19 que puso patas arriba todo el escenario económico.
Para hacer frente a la paralización de la economía sin precedentes, se diseñaron estímulos extraordinarios nunca vistos para sostener la recuperación de la Demanda Agregada. Los fondos europeos para la recuperación ascienden a un presupuesto entre 2021 y 2027 a 1,0743 billones de euros; pero no se ha pensado en los efectos que pueden tener estos estímulos más allá de la recuperación.
Los problemas del bloqueo en las cadenas de suministros en el comercio internacional que provocaría una restricción en la oferta agregada, junto con una expansión sobre estimulada fiscal y monetariamente de la demanda agregada da lugar a una inflación inédita en los últimos tiempos.
Lo preocupante es que, si se mantienen tipos de interés nominal cercanos al cero e inflación disparada a niveles del 4%, los intereses reales (el poder adquisitivo que se recibe por ahorrar) pasan a ser negativos.
Ese poder adquisitivo se calcula restando la inflación al tipo de interés nominal. Pero como ya vimos que nadie querría prestar dinero y tener que pagar también por prestarlo. Lo normal es que si se mantiene esa situación, el Banco Central Europeo acabe por claudicar y repuntar los tipos de interés a niveles que, como sucediera en el 2007, acaben por dar paso a una profunda recesión.
Elevar los tipos de interés tendrá un impacto importante sobre las hipotecas que tengamos firmadas elevando el esfuerzo familiar mensual. Eso complicará llegar a final de mes. Una subida de tipos de interés en Europa conllevará una grave recesión.
Por eso, antes de que esa subida de tipos de interés suceda, se necesitará que los fondos de recuperación articulados por Europa se pongan al servicio de inversiones productivas; y no en proyectos de cambios sin base sustentados únicamente por cuestiones ideológicas.
Con ideas innovadoras se puede salir de la crisis, pero de las ideologías trasnochadas no se come.