El siglo XVIII fue una época difícil en Irlanda para los que profesaba la fe católica. Las Leyes Penales impuestas por la Inglaterra protestante prohibían cualquier tipo de formación católica a los niños irlandeses.
Las familias que querían darles esa educación tenían que hacerlo en privado o enviando a sus hijos al extranjero, principalmente a Francia, algo que no estaba al alcance de todo el mundo y también estaba prohibido.
Esta situación provocó que muchos pequeños crecieran sin poder profundizar en las raíces católicas en las que habían nacido. Dichas leyes controlaban estrictamente su cumplimiento y quien se las saltaba corría el peligro de terminar con sus huesos en la cárcel. Nada impidió a una joven católica de aquel tiempo infringir unas normas que consideraba injustas.
Las grandes diferencias que existían en el mundo
Honora Nagle nació en el año 1718 en el seno de una extensa familia católica. La mayor de siete hermanos, conocida cariñosamente por todos como “Nano”, creció feliz en el condado de Cork.
Como el resto de niños de su tiempo, Nano no podía estudiar como su familia quería así que la enviaron junto a su hermana Ann a París, en un viaje clandestino para sortear la vigilancia oficial.
En la capital francesa, Nano disfrutó no solo de una buena educación sino que exprimió al máximo la vida social. Sin embargo, una noche que salía de un baile, se fijó en un grupo de personas que se protegían del frío en las escaleras de una iglesia. Aquella imagen impactó mucho a la joven Nano, vestida lujosamente.
Se dio cuenta de las grandes diferencias que existían en el mundo y regresó a casa siendo otra persona.
Regreso a casa, a Irlanda
Tras un breve periodo en Dublín, momento en el cual vio morir a sus padres, Nano tomó la decisión de regresar a París e ingresar en un convento de ursulinas.
Sin embargo, su director espiritual la guiaría por otros caminos. Si quería ayudar de verdad a los demás, debía hacerlo en su Irlanda natal.
Así fue como Nano regresó de nuevo a casa, a Cork, donde, con la implicación de uno de sus hermanos y a pesar de lo peligroso que era, abrió una pequeña escuela para niños pobres. Aquella primera iniciativa fue todo un éxito. Alrededor de una treintena de alumnos acudieron a sus clases y Nano se dio cuenta de que aquel proyecto debía ir más allá.
Escuelas católicas para niñas y niños
Ayudada por familiares y amigos y, a pesar del peligro que corría y los insultos que recibía de quienes sabían de sus actividades y no las compartían, Nano Nagle empezó a abrir una red de escuelas católicas en la zona para niñas y para niños en las que pudieron recibieron una educación básica general y una formación católica.
Pero Nano no tenía suficiente con esto y tampoco se había olvidado de los pobres que había visto en aquella iglesia de París. Así que, después de una larga jornada dando clases y gestionando las distintas escuelas, salía a llevar comida, abrigo y medicina a las personas que lo necesitaban.
Nano no solo arriesgaba su vida saltándose las leyes. Saliendo a la calle por la noche ella sola corría el peligro de ser asaltada. Pero nada impidió que continuara con su proyecto de ayudar a los demás.
Las leyes a las que se enfrentó Nano Nagle no solo impedían la educación católica sino que mermaron los derechos de todos aquellos que profesaban esta religión negándoles beneficios sociales, lo que llevó a mucha gente a empobrecerse. Los católicos estaban siempre amenazados y podían llegar a convertirse en una minoría en Irlanda, sin propiedades, sin dinero, sin educación.
Fundó un convento de ursulinas
En 1771, Nano Nagle daba un paso más y, tras un nuevo viaje a París, impulsaba la fundación de un convento de ursulinas en la ciudad de Cork. El convento era toda una osadía, pero a Nano no le importó.
Aún así, el régimen de clausura de las religiosas no encajaba con su proyecto educativo y asistencial por lo que cuatro años después decidió fundar la Sociedad de Instrucción Caritativa del Sagrado Corazón de Jesús, lo que supondría el preludió de la fundación de una nueva orden de religiosas, las Hermanas de la Presentación.
A pesar de la provocación que suponía ante las autoridades protestantes, Nano siguió adelante con su proyecto y en el verano de 1776 tomaba los hábitos como Madre María de San Juan de Dios. A Nano se unieron cada vez más mujeres dispuestas a enfrentarse a las leyes establecidas y seguir con la idea de apostolado y caridad de la Madre María, creando escuelas y asilos.
Ella continuó trabajando hasta que su cuerpo ya no pudo seguirla y falleció de tuberculosis el 26 de abril de 1784.
Mujer del Milenio en Irlanda
Tras su muerte, la congregación de las Hermanas de la Presentación siguieron con la misión aprendida de Nano Nagle y se expandieron por todo el mundo estando presente en la actualidad en todos los rincones del planeta.
La figura de Nano Nagle no fue olvidada en su Irlanda natal donde muchos años después de su desaparición, en el año 2000, era elegida como la Mujer del Milenio en reconocimiento a su labor pionera en la educación de las niñas, en su labor de apostolado y en la ayuda incondicional a los más pobres y desamparados de la sociedad.
En 1984 se iniciaba el proceso de canonización. Diez años después, era declarada Sierva de Dios y en 2013, Venerable.