El 3 de diciembre se celebró, un año más, el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Una ocasión para visibilizar a un colectivo formado por millones de personas, y para que la sociedad conozca a tantas asociaciones y organismos que trabajan de forma callada y desinteresada para ayudarlas a tener una vida digna, a que se respeten sus derechos y a que se oiga su voz.
En todo el mundo, el 3 de diciembre ha sido una jornada para mostrar esa labor cotidiana llevada a cabo por las asociaciones que cuidan y acompañan a los discapacitados. En algunos lugares, ya desde hace tiempo, se aprovecha la efeméride para organizar una semana completa de actividades.
Tres ayuntamientos españoles
Y es aquí donde han saltado algunas alarmas. ¿A qué se debe? Podemos ver un ejemplo claro con tres ayuntamientos de España, aunque una pequeña investigación nos mostraría más casos en otros países, protagonizados por gobiernos municipales u otras administraciones públicas.
El Ayuntamiento de Cartagena, en la provincia de Murcia, organizó este año una semana repleta de actividades con el objetivo de “impulsar medidas que ayuden a romper barreras y abrir puertas”, y así “crear una sociedad más justa, solidaria e inclusiva para todos”, en palabras de su concejala delegada de Servicios Sociales, Mercedes García. Entre las actividades propuestas, un “taller de Meditación y Reiki”.
El Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz, una importante localidad madrileña, se propuso para este día “reconocer la labor de los voluntarios y dar visibilidad al discapacitado”, según su propia información institucional. Para ello, convocó a una actividad de Ho’oponopono, definida en su web como “una meditación, una actitud de vida y una autoterapia para limpiar las creencias y memorias dolorosas personales”.
El Ayuntamiento de Torrent, en la provincia de Valencia, se propuso “concienciar e informar a la ciudadanía sobre los programas de apoyo y ayuda” a las personas discapacitadas, en colaboración con diversas asociaciones. Y, entre los actos organizados, la charla “Familias con diversidad funcional: una mirada sistémica”, basada en las Constelaciones Familiares.
El aprovechamiento de la vulnerabilidad
Mientras el Gobierno de España ha emprendido una complicada labor de detección, análisis y divulgación sobre las pseudoterapias y los peligros que entrañan para el individuo y para la sociedad (el riesgo de abandonar o postergar tratamientos médicos, la creación de falsas esperanzas, la generación de vínculos de manipulación sectaria y la estafa económica), otras administraciones públicas –regionales y locales– continúan legitimando institucionalmente propuestas claramente pseudocientíficas.
Que un ayuntamiento o cualquier otro organismo oficial organice o al menos ampare actividades en las que se difunda o se apliquen técnicas de “sanación” ajenas a todo método científico es, cuanto menos, irresponsable. Ni el reiki (sanación a través de la imposición de las manos, que canalizaría una supuesta “energía universal” espiritual), ni el Ho’oponopono (sanación a través del perdón y las emociones), ni las Constelaciones Familiares (psicoterapia que rastrea las causas de nuestros males en el pasado familiar) son válidas ni recomendables.
Además, estamos hablando de un público especialmente sensible y vulnerable al fraude integral de las pseudoterapias: los discapacitados. Sean del tipo que sean, son personas a las que pueden acercarse los más diversos sanadores, maestros o gurús dispuestos a ofrecerles una “versión alternativa” de sus características especiales, y una “solución” mágica al margen de lo que dicen la ciencia, la medicina… y el sentido común.
Un peligro permanente
No se trata de algo inofensivo, ni mucho menos. Además de los riesgos antes apuntados, debemos tener en cuenta que estas propuestas acaban inculcando a la persona una idea básica: tu situación depende de ti –de tus emociones, de tu pasado, de tu personalidad, de tu familia, según la “terapia” que sea–, y tienes la capacidad de cambiarla, aplicando la técnica determinada.
Si la víctima de estos desalmados no consigue salir de su situación –llámese discapacidad, enfermedad, problemas pasajeros, crisis profundas…–, acabará convencida de que es culpable de lo que le pasa, o bien porque en el fondo no quiere salir de ello, o bien porque no se lo pide con la fuerza suficiente al universo. Las consecuencias de esto pueden ser –y, de hecho, lo son– terribles.
Pero lo que hemos visto en tres ayuntamientos españoles –y que se repite en muchísimos lugares– no se trata de algo puntual, o que responda a la ignorancia o complicidad de algunas instituciones públicas como las que acabamos de ver. Un conocimiento cercano de las asociaciones y colectivos que dedican su tiempo, recursos y personas a la discapacidad nos muestra que la infiltración e invasión de pseudoterapias es algo de lo más habitual.
En unos casos y en otros –públicos y privados–, la pregunta es la misma: ¿se trata de ignorancia o de complicidad? ¿Los cargos políticos y funcionarios, por un lado, y los directivos de las asociaciones, por otro, son conscientes de lo que han “metido” o han dejado entrar? En muchas ocasiones, seguramente haya desconocimiento, y hayan sido engañados, como sucede en muchas esferas de la sociedad. Esto tiene una fácil solución: incrementar la información y la formación en torno a estos temas.
Pero lo más preocupante es cuando representantes públicos, funcionarios de las administraciones y responsables de las asociaciones introducen a sabiendas técnicas que se encuentran en la órbita de la Nueva Era (New Age), ya sea por convencimiento, ya sea por negocio. No se puede jugar con la salud, ni con la situación de los discapacitados, especialmente vulnerables a quienes pretenden venderles falsas “soluciones”.