Quiero cambiar pero me asusto, tengo miedo de no conseguirlo y seguir siendo el mismo después de mil intentos fallidos por ser mejor. Escribe Mario Benedetti:
Esa mirada positiva sobre la vida, sobre mí mismo me hace pensar en la conversión con una actitud positiva. No tengo miedo. Dios puede hacer grandes cosas conmigo.
Confiar en un cambio con humildad
No desfallezco, no tengo miedo, no me rindo y no dejo que el desánimo me pueda.
No quiero dejar de intentarlo. Siempre la humildad es el camino, dejarme hacer y no intentar hacerlo todo.
Dejar que surja una obra de arte dentro de mis cenizas, de mis escombros caídos.
Con mi fuerza genuina
No quiero convertirme en quien no soy, pegando a mi piel luchas que no son las mías y costumbres que no me pertenecen.
No deseo ser otro, porque no hay nadie que valga lo que yo valgo. Soy único y mi valor es de Dios.
Tengo dentro de mí una fuerza que ha puesto Dios. Él ha sembrado mis sueños para que no me acostumbre ni me conforme con lo que estoy viviendo.
Creo, vuelo, sueño
Me gusta una frase de Víctor Hugo que dice:
No me entristezco, no pierdo la paz. Porque puedo volar cuando sienta que mi mundo se hunde a mi alrededor.
No pierdo la alegría cuando siento que todo cae sin darme apenas cuenta. No me desaliento cuando la vida parezca más triste de lo que yo deseaba.
Me pongo en marcha. Creo, vuelo, sueño. Puedo ser mejor y más de lo que hoy soy. La conversión es posible. Es una obra de Dios en mí.
La transformación es posible
Me dejo hacer por Él en este adviento. Dejo que me toque con sus manos de niño recién nacido.
Mi cueva es ese corazón que no está limpio. Lo miro y pienso que puedo dar mucho más de mí. Puedo limpiar mi alma. Puedo dejar que Dios la llene de luz.
Me alegra comprender que la transformación es posible. Dejo a un lado todo lo que me impide cambiar.
Con más amor
Necesito tener más amor dentro de mí. Que mi amor crezca cada día más. Que sepa amar con más verdad, con más humildad, con más respeto, con más ternura. Con más pureza, con más generosidad, con más sencillez.
Un amor hondo y puro que brote de lo hondo del corazón de Dios en mí. Esa es la verdadera conversión que deseo.
Dios puede hacerlo posible si le dejo entrar en mi alma y me dejo cambiar por su amor firme.
Déjale hacer a Dios
No es tan sencillo cambiar. Menos aún convertirme de verdad. Hacer que las cosas que me importen sean las de Dios. Y lograr que mi prójimo esté en el centro de mi vida y sea mi prioridad.
Convertirme significa un cambio de prioridades, de amores, de opciones y elecciones. Quizás no depende tanto de mi esfuerzo y sí mucho más de mi docilidad.
Quiero dejarme convertir en lo que Dios quiere para mí. Quiero dejar que sea Dios el que me trabaje y cambie.
Creo contra toda esperanza. Confío en el poder de Dios, ese poder infinito que puede cambiarme.
Rompiendo los muros de mis resistencias. Venciendo los miedos que no me dejan abrir mi alma a su poder.
Creo en ese Dios que viene a mí a decirme en Navidad que ha decidido quedarse a comer en mi casa.
Nunca estoy listo para presentarme ante Él sin máscaras, sin mentiras, sin promesas. Así como soy en mi verdad más pura. En mi miseria más evidente.
Lo miro conmovido. No tengo nada que ocultar, mucho que cambiar. Confío en su poder.