En uno de los momentos más emocionantes de la historia parlamentaria contemporánea en la Argentina, el senador Esteban Bullrich renunció a su banca ganada para la representación de la provincia de Buenos Aires para dedicarse a su familia y a su enfermedad.
Bullrich conoció a principios de año su diagnóstico de ELA y hasta ahora no había dejado de participar de sus labores parlamentarias, ni siquiera con el regreso a la presencialidad tras la virtualidad impuesta por la pandemia.
En un emotivo discurso, interpretado por una aplicación pero que él fue acompañando con gestos, y más de una lágrima, interpeló a sus colegas a superar divisiones y trabajar por el bien común de los argentinos.
“No hay ningún problema argentino que los argentinos no podamos resolver si nos ponemos a hacerlo. Pero si nos quedamos en el egoísmo, la chiquita, lo táctico y la especulación, vamos a errar el camino. Einstein decía que si querías resultados distintos no hicieras siempre lo mismo. Ya probamos con la grieta y acá estamos, esta Argentina que tenemos es la resultante de nuestra incapacidad de encontrar soluciones comunes a esos problemas”, instó Bullrich en un pasaje de su discurso.
El senador, que fue ministro de la Educación de la Nación antes de asumir su banca en 2017, agradeció a quienes lo acompañaron en su camino político. Primero que todo, a Dios, por, como dijo, “esta cruz”.
“Él nunca nos pone pruebas que no podamos superar. Y aunque a veces duela el cincel del escultor sé que sólo si nos dejamos moldear por El llegamos a nuestra mejor versión. Esta cruz me ha permitido recibir infinitas muestras de cariño y amor diariamente. Esta cruz que me ha enseñado que la vida es hoy y el mañana, el mañana es esperanza”, expresó entre llantos, tomado de la mano de su esposa María Eugenia, su mujer de 22 años a la que definió como una “santa” y su “conexión con el cielo” y su “cable a tierra”.
“Dios tiene otros planes para mí”, aseguró, pero aclaró que espera “poder seguir aportando desde otro lugar a la enorme tarea que tienen por delante”. Dividirá su tiempo entre su familia y la lucha contra la ELA, para cuya lucha ya lanzó una fundación.
“Quiero hacer mi aporte, como hicieron mis abuelos en la lucha contra el mal de los rastrojos, para que la ELA sea una enfermedad que se atraviese más aliviadamente y para que empecemos a transitar el camino hacia una cura”, evocó.
Diálogo, acto de caridad cristiana
En su emotivo mensaje, instó a comprender el diálogo como un acto de caridad cristiana:
“El diálogo no puede ser solamente táctica, convencimiento y competencia. La lógica transaccional en la que negociar es solamente un cálculo contable nos despoja de sentido y nos convierte en meros mercaderes políticos que dejan de mirar el bien común. El diálogo, la búsqueda de la razón entre dos, debe ser un acto de generosidad, de amor y de caridad cristiana, entendiendo que la verdad y la justicia son valores que encontrar, no propiedad de alguna de las dos partes”.
“Esa falta de diálogo trasciende estas paredes, vivimos en un país enfocado en la grieta y en el debate violento, un país en el que la gente de escapa de la política, la desprecia y la condena. Un país en el que la gente se recluye en lo privado, soltando el sueño de ser parte de la construcción de una Argentina mejor. Un país en el que empujamos a la gente a no ejercer lo que es el rol más alto de una democracia: el rol de ciudadano. Sé que estas palabras pueden parecer las de un soñador. Lo soy. Pero como en aquella canción que nos invitaba a imaginar, sé también que no soy el único. Me voy con la tranquilidad de que acá mismo hay muchos dirigentes que tienen la vocación de construir un mejor país y resolverle los problemas a la gente. Anímense a ejercerla, hagan carne el mandato de la gente, aprovechen que Dios les da la voz y la fuerza para desempeñarlo y tengan el coraje de hacer solamente lo que saben correcto”, instó a sus colegas.
“Hoy doy este paso con tristeza, pero también sabiendo que si no dejan de hablarse y tender puentes; si son honestos con los demás, pero especialmente, con ustedes mismos, van a encontrar el camino del que nos alejó en este tiempo la ceguera y el egoísmo. Será a partir de ahora sin mí, pero sepan que aunque no esté, estaré. Que la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia, los ilumine a ustedes y a todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”, invocó finalmente.
Al terminar, fue aplaudido por todos sus colegas senadores de pie, quienes le pidieron que continúe en su cargo y se ofrecieron a modificar el reglamento para que lo haga a la distancia. Pero Bullrich ratificó su decisión. Estaba en paz.
Al llegar a su casa, fue recibido por decenas de vecinos que cantaron el himno y lo ovacionaron. Les agradeció apoyado en una imagen de la Virgen que tiene frente a su casa.
La enfermedad le quita la posibilidad de expresarse con fluidez, pero con pocas palabras y gestos alcanza para dar cuenta de lo bien ganado que es el reconocimiento de pares y ciudadanos, como pocas veces se ha visto en la historia política contemporánea.