Es mi Madre. Y me siento agradecido por su protección maternal. La he experimentado siempre, a lo largo de mi vida.
Recuerdo un sueño que tuve siendo joven. Me miró con profunda tristeza desde el cielo y me dijo estas fuertes palabras: “Aún hay tiempo”. No sabría interpretarlas hasta muchos años después. Y cambiaron mi vida.
El amor de una madre es incondicional, no tiene que ver con tu comportamiento, igual te amará siempre.
Una madre preocupada por nuestra salvación
Así nos ve la bienaventurada Virgen María a sus hijos espirituales. Está preocupada, como toda madre estaría, por lo que hacemos en este mundo olvidando nuestra salvación.
Y ha venido a la tierra a dejarnos el Santo Rosario, para que elevemos nuestras plegarias al cielo.
Con tristeza nos advirtió:
Cuando María es despreciada
A cambio de tanto amor por la humanidad, recibe desprecios. Te das cuenta en las redes sociales cuando hablan de mal de ella. Y cuando los católicos callan y no defienden su honor.
Cuando invitas a los católicos a que confíen en nuestra Madre del cielo, surgen voces que dicen: “Solo hay un intercesor ante Dios y es Jesús”. Y empiezan a despotricar con nuestra bella Madre celestial. Olvidan quién es y lo que puede delante de su Hijo Jesús.
Si pudiésemos escuchar a Jesús en el sagrario, seguro te diría:
“Siento mucho dolor al ver cómo desprecian a mi Madre. No saben lo que hacen. Yo al momento del juicio solo puedo ser un Juez Justo. Es mi Madre la que intercede por muchas almas que la aman y que en la tierra se consagraron a ella pidiendo su ayuda e intercesión.
Muchas son las almas que se han salvado por pedido de mi Madre, pues no hay NADA que yo le niegue. No saben el tesoro que pierden al no estar cerca de mi amada Madre. Es mucho lo que puede hacer por ustedes en la tierra y en la hora de sus muertes.
Todas las almas que rezan el Rosario y se consagran a su cuidados amorosos, siempre serás protegidas por ella. Que el mundo lo sepa”
Recemos, amable lector de Aleteia, el santo Rosario cada día, para honrar y agradar a la Virgen María, la Madre de nuestro Salvador, pues es mucho lo que hace por nosotros y lo que le debemos.