Leyendo estos días el ensayo “La vacuna contra el hambre”, escrito por Mario Crespo (libro del que me ocuparé en un próximo texto para este espacio), estuve pensando mucho en la solidaridad del ser humano. Es una actitud a la que inevitablemente te acaba empujando la lectura de sus páginas.
La epifanía que mueve el proyecto del escritor arranca cuando su hijo siente la punzada del hambre durante un viaje en coche, lo que conduce al lector a pensar en los niños y en su conciencia del problema, algo que se antoja vital en las aulas. Ser solidario con los más desfavorecidos es una conducta que en la actualidad se practica en los colegios, lo cual implica, además de la consiguiente ayuda, que los muchachos vayan concienciándose del asunto.
Como uno suele hablar de lo que conoce, me voy a referir como ejemplo al colegio que me queda más cerca de casa. De él me llegan todas las semanas notificaciones: el Real Colegio Santa Isabel La Asunción, en Madrid, edificio veterano de la enseñanza con un siglo y medio de experiencia, que posee un jardín de 12.000 metros cuadrados, y cuya construcción data del siglo XVI. Pero antes, unos datos históricos que merece la pena leer.
Enclave en un entorno artístico
Próximo al museo Reina Sofía y a la calle del Doctor Fourquet (quizá la vía de España con más galerías de arte por metro cuadrado), al lado del Palacio de Fernán Núñez y de la Central del Cine, casi enfrente del Ilustre Colegio Oficial de Médicos y a unos metros del reputado Cine Doré, no muy lejos del Real Conservatorio Superior de Música y de la Estación de Atocha, el edificio se sitúa en pleno centro de la ciudad. Anexos al colegio encontramos la Iglesia y el Real Monasterio de las Agustinas Recoletas.
Durante años el colegio y el convento sufrieron numerosos ataques y desperfectos. Sufrió saqueo por parte de las tropas francesas, confiscación de bienes, incendio y destrucción de obras de arte durante la guerra civil, en el que el recinto fue utilizado como cuartel, etcétera.
En su web podemos adentrarnos con más detalle en los pormenores de su Historia. Cito: “Existía en el convento un colegio de niñas, del Patronato de la corona, fundado por Felipe II en 1595, en memoria de su hija, la Infanta Isabel Clara Eugenia, Condesa de Flandes. Más tarde y según consta en Documentos de los archivos municipales, esos terrenos se denominaban ‘Las casillas’ y pertenecieron a Antonio Pérez, famoso privado de Felipe II. En el patio interior pueden verse las columnas de piedra que existían en sus caballerizas. Poco después de la restauración de 1876, Alfonso XII, deseoso de imprimir un nuevo impulso a los estudios de su Real Colegio, trata de hallar una Congregación religiosa de enseñanza que se hiciera cargo”.
La Asunción acoge a unos 1.200 alumnos de 32 nacionalidades distintas. Cuenta con alrededor de 80 profesores y una Comunidad de Religiosas que trabajan en el recinto. Uno de sus principios básicos consiste en la educación en valores inspirada en las enseñanzas de la fundadora, Santa María Eugenia de Jesús: respeto, solidaridad, convivencia, fraternidad, comunicación, generosidad… entre otros.
Proyectos y colaboraciones
Uno de sus proyectos es “Asunción sin Fronteras”. Incluye la recogida de juguetes en el colegio (donados por los alumnos y sus familias). Se trasladan después a la parroquia San Ramón Nonato de Vallecas, donde se encargan de repartirlos entre las familias de los necesitados.
Desde la erupción del volcán de La Palma, en el colegio se han involucrado en actos solidarios. Así, colaborando con la Federación de AMPAS y las Escuelas Católicas de Madrid, se sumaron a la campaña “Los estudiantes de Madrid, con La Palma”. Cada alumno aportaba un euro. El dinero recogido fue a las cuentas de Cáritas y de Mensajeros de la Paz. Estos lo hicieron llegar a los Servicios Sociales y las Áreas de Educación de los ayuntamientos afectados. El 8 de octubre de este año, además, se pidió a los alumnos que llevaran un plátano de Canarias para comer durante el recreo. De este modo, contribuirían a la recuperación económica de la isla.
Cada año también se celebra el “Bocata Solidario” u “Operación Bocata” de Manos Unidas. Antes de la pandemia, en el colegio se preparaban los bocadillos y cada alumno (desde 4º de Educación Primaria) los compraba por 4 euros. A partir de la pandemia, los alumnos llevan de casa sus bocadillos y la cantidad monetaria se da como donativo.
Otro de los proyectos habituales es la “Operación Kilo”. Se recogen alimentos no perecederos y dulces destinados al equipo de Cáritas de la Parroquia de San Lorenzo, que atiende a unas 60 familias al año. Sin olvidar la iniciativa anual, a principio de curso, del intercambio de uniformes usados puesta en marcha por la APA. O el sobre que llevan los niños a casa para devolverlo con donativos para el Domund.
Tal vez a alguien esto le parezca poco, pero va sumando. Y, como el autor escribe en el libro antes citado, “un movimiento solidario global debe partir de la sensibilización del común de los ciudadanos”.