En medio del clima actual de polarización, hablar de política puede conducir a discusiones infructuosas. Sobre todo, es el tipo de tema que tiene el potencial de arruinar el buen ambiente de convivencia y celebración de toda la familia, tiene el potencial de arruinar una reunión navideña.
"En el mundo de hoy, una parte de la política, la sociedad y los medios de comunicación están decididos a crear enemigos y luego derrotarlos en un juego de poder. Por eso, es necesario construir la amistad social que es tan necesaria para una buena convivencia"; amistad que puede servir de puente para seguir creando una cultura de encuentro, que nos une”. Lo dijo el Papa Francisco, a través de la Red Mundial de Oración del Papa para julio de este año.
"El diálogo social auténtico presupone la capacidad de respetar el punto de vista del otro; aceptando la posibilidad de contener determinadas convicciones o intereses legítimos", añadió el pontífice. Y destacó el diálogo como una gran oportunidad "para mirar la realidad de una manera nueva, para vivir con entusiasmo los retos de construir el bien común".
Oportunidad largamente esperada
Para muchas familias, esta es la primera Navidad celebrada juntos en dos años. Después de largos períodos de distanciamiento y, para muchos, de aislamiento, esta es una oportunidad muy valiosa para acabar con la nostalgia, fortalecer los lazos y compartir el amor de Dios dentro de la familia cristiana.
El primer paso para evitar que la política se convierta en una agenda es no mencionarla. Además, hay tantas cosas de las que hablar: la vida profesional, la vida familiar, la vida durante la pandemia… Todo con un potencial mucho menos destructivo para la vida familiar.
Y si el tema lo plantean otras personas, puede sugerirles cortésmente que hablen de otra cosa. Esto incluso podría ser un pacto familiar al comienzo de la tertulia: no hablar de política.
Libre albedrío
Hay una antigua enseñanza de los orientales de que somos incapaces de cambiar al otro. Tenemos el poder de cambiarnos a nosotros mismos; y el otro, si está inspirado, también cambiará. Lo cual está de acuerdo con la noción de libre albedrío de la Biblia, acerca de cómo somos responsables de nuestras acciones.
Piénselo, nadie nunca cambió de opinión porque el otro le dijo que cambiara. Puede haber un intercambio de ideas constructivo y respetuoso, a partir del cual uno puede tomar en cuenta los argumentos del otro para, por su propia voluntad, cambiar una determinada posición, política o no.
Resulta que vivimos una época de extremismo en muchos países, lo que ha supuesto el fin del diálogo. Las respuestas se convierten en ofensas, las diferencias en provocaciones, y así, al sentirse acorralado por el odio, nadie cambia su convicción sobre nada.
Si es inevitable hablar de política, opte por el diálogo, el ejercicio de la escucha activa y no la agresión.