Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de 1980, se encuentra internado en Mar del Plata luego de sufrir una descompensación cuyas causas se estudian. Recibió la unción de los enfermos, e informado de su estado por parte del Obispo de Mar del Plata Gabriel Mestre, quien visitó al nonagenario activista por la paz en el nosocomio. El Papa Francisco le escribió un mensaje de puño y letra en el que le hizo llegar su cercanía y oración por su pronto restablecimiento.
Cumplió 90 años en noviembre de 2021
Según informaron desde el Servicio Paz y Justicia Argentina, entidad en la que Pérez Esquivel ha desarrollado su labor a favor de los Derechos Humanos, éste evoluciona favorablemente y podría ser externado próximamente. El Nobel, importante animador desde los 70 del movimiento Paz y Justicia que se presenta a sí mismo como organización social de inspiración cristiano-ecuménica que tiene como finalidad promover los valores de la Paz, la No-violencia y Derechos Humanos, cumplió 90 años en noviembre pasado.
En 2020, cuando se cumplieron 40 años del máximo reconocimiento recibido por Pérez Esquivel, Francisco le envió un mensaje en el que lo llamó públicamente, “mi amigo”, y le agradeció por su testimonio de vida. “Gracias Adolfo por tu testimonio, en los momentos lindos, pero también en los momentos dolorosos de la Patria, por tu palabra, por tu coraje y por tu sencillez. Si me permitís un castellano un poquito atrevido, te diré que vos no te la creíste. Y eso nos hace bien a todos. Un premio nobel que sigue haciendo lo suyo con humildad”, le dijo el Papa en su momento.
Pérez Esquivel recibió el Nobel de la Paz en 1980, un año después de la Madre Teresa de Calcuta, por, como anunció el Comité Noruego, “ser una fuente de inspiración para las personas reprimidas, especialmente en América Latina”.
Discurso con las bienaventuranzas
En su discurso de aceptación, aprovechó para leer declaraciones del episcopado latinoamericano en Puebla y las Bienaventuranzas. Y en la conferencia tras recibir el galardón, denunció persecuciones políticas tanto en la Cuba de Fidel Castro como en países entonces gobernados por gobiernos militares. Y sin ocultar sus fuentes de inspiración – en un mundo que parece más lejano que lo que los años indican-, citó a Juan Pablo II y a San Pablo.
Entre otros conceptos, propuso hace 40 años: “Por eso, nuestro testimonio en el mundo no puede limitarse al ejercicio del juicio crítico de las injusticias de orden social, económico y político o a la consecuente denuncia de los pecados de los responsables. El cristiano precisa actuar. Actuar, no bajo el convencimiento de que, por ser cristiano, posee la llave de los secretos de los problemas sociales, o porque sabe extraer del Evangelio modelos infalibles para transformar todas las situaciones. El cristiano debe actuar junto a todos los hombres de buena voluntad, aportando su esfuerzo humilde en la construcción de un mundo más justo y humano. Y quiero afirmarlo con énfasis: ese mundo es posible”.