—Nuestra hija de 16 años se encuentra embarazada y tenemos sentimientos fuertemente encontrados. Por un lado, reconocemos que como padres no podemos eludir nuestra responsabilidad por su error. Por otro, estamos tan frustrados y enojados que tememos aumentar las consecuencias del mismo —comentaban en consultoría unos preocupados y deprimidos padres.
—¿Consideran que ha habido ya una mala reacción de parte de ustedes? —les pregunté con inquietud.
—Sí, no lo hemos podido evitar, ante lo que consideramos su falta de correspondencia a nuestra confianza y esfuerzos por educarla —contestaron con pesar, bajando los ojos.
—¿Además de eso?
—En lo tonta que ha sido, y lo absurdo del hecho, pues el padre es un papanatas de su edad. Sobre todo, en lo difícil que le será sacar adelante un proyecto de vida como terminar sus estudios, trabajar, conocer a alguien que la acepte en su condición de madre soltera… tantas cosas.
—¿Y en el qué dirán?
—Sí… sabemos que serán inevitables las murmuraciones.
—Le propongo un ejercicio hipotético… Imaginen que recién se enteran que a su hija se le ha descubierto un cáncer de suma gravedad y necesita de toda su fortaleza y capacidades para acompañarla en el trance. ¿Qué estarían dispuestos a hacer por ella, sin importarles otra cosa que salvar su vida?
—¡Oh, ni pensarlo, hasta lo imposible!
—¿No creen que tales circunstancias sacan lo mejor de muchos padres?
—Eso nos consta, unos amigos nuestros que pasaron por esa dura experiencia, lograron cambios notables en su vida personal y familiar.
—Entonces, si admiten en ustedes esa latente capacidad de amar a su hija, les propongo que trabajemos para que la pueda ayudar siendo mejores padres que hubieran sido si no hubiese cometido el error. Lo haremos poniendo orden primero en las ideas, luego en las emociones, y finalmente en las acciones.
Se trata de cuestionar los pensamientos negativos, y reemplazarlos con alternativas positivas, ya que la inquietud y la desesperanza son los principales enemigos de la capacidad de la persona para perseverar en el bien.
Las ideas
Las emociones
Acciones
Los hijos son mejores en la medida que se saben aceptados como personas, por eso, al educarlos, antes que el darles cosas o una educación académica, lo primero es estar abiertos a ellos amándolos y conociéndose.
Por Orfa Astorga de Lira
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