Caná me evoca una boda imperfecta, como la vida misma que es imperfecta.Me habla de unos preparativos que fracasan. De unas ilusiones llenas de confusión.
Todo parece estar preparado, todo bien dispuesto. Pero súbitamente se dan cuenta de algo, falta el vino, no es suficiente, calcularon mal.
Era importante para que todo saliera bien. En ocasiones quiero que todo salga bien. Pretendo controlarlo todo. Me gustan las cosas perfectas.
Me organizo, preparo, preveo posibles contratiempos. Y de repente todo se tuerce y nada sale como yo lo tenía planeado.
Asumo que las cosas nunca serán perfectas, o tal vez nunca lo asumo. Sigo pensando que yo sí puedo hacerlo todo bien. Vana ilusión.
En la tierra todo tiene una fragilidad, una grieta, una herida, un resquicio por el que se cuelan el fracaso y la pérdida.
Hay fallos, desperfectos, incoherencias. Y las cosas no son como yo deseo. No todo sale bien. La imperfección me duele.
Es más por orgullo que por la realidad de la derrota. Quiero que todo funcione bien y me resulte como esperaba.
María ve la necesidad
Hay una boda en Caná de Galilea. Allí Jesús, su madre y sus discípulos están presentes:
Una boda, días de fiesta y de alegría. Nada puede salir mal. Pero algo no funciona, falta el vino. Quizás algunos ven lo que está ocurriendo, o tal vez es sólo María quien se da cuenta:
María ve la necesidad antes de que cunda el pánico. María es así, ve todo lo que yo necesito.
Hay personas que tienen ese don en mi vida. Se dan cuenta de lo que me hace falta antes de que yo mismo sepa formularlo, o expresarlo. Es un don.
Las madres tienen ese don. Ven lo que necesita su hijo y se ponen en marcha, actúan, hacen algo. Es lo que hace María hoy y siempre en mi vida.
Nadie más sabe lo que sucede, sólo María lo ve y hace algo. Quizás algún discípulo se dio cuenta. Seguro que Jesús se percató.
Error de cálculo
Ya no hay vino porque calcularon mal, pensaron que iba a alcanzar. Todo estaba previsto, calculado, medido.
Pero no resultó como esperaban. Viene la angustia. ¿Qué pasa si no hay vino? En la serie Chosen muestran una posibilidad.
Los padres de la novia podían indignarse al ver que los que han preparado la boda no han calculado bien.
Siempre hay un culpable cuando algo no funciona. Siempre ha habido una falta de responsabilidad, una omisión. Un acto equivocado, egoísta, o culpable. Alguien tendrá que pagar por el error.
Un milagro ¿innecesario?
¿Era necesario un milagro para salvar a los responsables? ¿Hacía falta convertir el agua en vino y que ese fuera el primer milagro de Jesús?
No era necesario. Siempre hay cosas más importantes que el éxito de una fiesta ¿Es posible vivir con fracasos? Sí, todo es posible.
El corazón humano se adapta a todo, también a la derrota. Al éxito y al fracaso. No me tienen que salvar siempre en el último momento. Puedo fracasar, puedo caer. Mis planes pueden salir mal.
La perfección no es algo propio de mi carne humana. No necesito el éxito ni la perfección para ser feliz.
Tampoco pasa nada si fallo, si me equivoco y no logro lo que soñaba. No todo tiene que salir como estaba previsto.
La insistencia de María
Es cierto que siempre deseo un milagro en el último momento. Alguien que resuelva y arregle los imprevistos.
Hoy María pide ese milagro. Le pide a su Hijo que haga algo. Pero Él le dice que no ha llegado su hora.
María insiste: “Su madre dice a los sirvientes: - Haced lo que él os diga”. Y entonces Jesús hace algo, hace el milagro.
La insistencia de María siempre me conmueve. No se desanima ante la respuesta evasiva de Jesús. ¿Habrá llegado su hora?
Seguramente María no lo sabía pero insiste. Lo que urge es ayudar a la familia amiga. Salvar su boda. Hacerles ese pequeño favor. Algo insignificante.
El poder de Jesús supera la pequeñez de ese contratiempo. Que tengan vino suficiente.
Todo lo que me pasa es importante para Dios
A María parece importarle todo en mi vida. No sólo se preocupa de los temas importantes. También de esos temas tontos que a mí me quitan la paz. Todo le preocupa.
Nada de lo humano le es ajeno a Jesús, tampoco a María. En ocasiones me da vergüenza pedirle a Jesús que me salve en ciertos problemas, en cosas poco importantes.
Pienso que no es algo fundamental. Que puedo vivir sin ello. Y no pido, no suplico, no insisto.
Hoy miro a María pidiendo un milagro aparentemente irrelevante. Y Jesús hará caso a su Madre.
Me gusta la actitud de María. Todo es importante para Dios. Todo lo que me pasa.
Pienso en lo que hoy me quita la paz. Pienso en mis preocupaciones. Algunas son muy tontas, lo reconozco.
En ocasiones me duele mi vanidad o mi orgullo, pero no es tan grave lo que me pasa. Yo le doy más importancia porque me duele. Porque en mi fragilidad he hecho un mundo de algo insignificante.
No importa, a Dios todo le inquieta. Todo le parece relevante. No le oculto nada, se lo cuento. Me falta vino.
¿Dónde me falta vino? ¿Dónde no me encuentro con paz y alegría? ¿Por qué de repente estoy triste y pensativo? Miro a Jesús y le suplico que haga un milagro en mi vida.
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