Ante un fenómeno intrigante que afecta al campo religioso, la Iglesia parte siempre del “principio de economía”, es decir, el estudioso católico nunca debe, de antemano, atribuirlo al más allá (ángeles, demonios, espíritus de los muertos, etc. .), sino a este lado (a causas naturales).
Fraude
La primera hipótesis es: ¿es un fraude o algo provocado o un mero truco de magia?
Una vez descartado el fraude o engaño, se pensará en un fenómeno parapsicológico. De origen natural (de los vivos).
Ejemplo: en una casa, erróneamente llamada embrujada, donde se producen golpes extraños (tipología), voces misteriosas (psicofonía), movimientos de objetos que traspasan lugares cerrados (puerto) o se incendian (pirovagia), etc. es muy probable que algún habitante de la residencia esté provocando inconscientemente todo esto.
Por lo tanto, es necesario, después de investigar a fondo los hechos, retirar a la persona que causa los fenómenos locales y tratarla correctamente.
El sacerdote, si es llamado, puede (e incluso debe) dar una bendición, pero nunca hacer el exorcismo, ya que esto sería ineficaz para una persona problemática pero no poseída.
De ahí la sabiduría de la Iglesia al prohibir, sin más, los exorcismos.
Sólo los puede realizar, siempre con discreción, un sacerdote dotado de piedad, sabiduría, prudencia e integridad de vida con la debida licencia de su obispo (cf. Código de Derecho Canónico, canon 1172, y Congregación para la Doctrina de la Fe. Instrucción sobre Exorcismo, 24/09/1985).
Dios actuando en la naturaleza
Otra acción -después de descartar la meramente parapsicológica- es la de la Divina Providencia Especial (impropiamente llamada milagro).
Aquí ya hemos entrado en el campo de la acción divina en la naturaleza: Dios, en su infinita sabiduría, utiliza su propia fuerza natural en un momento tan preciso que no deja dudas sobre su acción.
Ejemplo: el paso del Mar Rojo, a pie seco, por los israelitas (cf. Ex 14,5-31) se habría producido por factores naturales (el lugar de paso era transitable y había viento favorable).
Sin embargo, todo esto aconteciendo de manera exquisita y con un tiempo bien determinado, hace del acontecimiento una hermosa acción especial de la Divina Providencia en favor del pueblo elegido.
Fenómenos místicos
A nuestro humilde entender, también se incluyen aquí los verdaderos fenómenos místicos.
Sí, algunos de estos fenómenos, en sí mismos, pueden ser naturales, pero cuando son usados por la gracia divina (sobrenatural), se vuelven providenciales.
La dificultad para determinar los campos se debe, en parte, a que los estudiosos tratan de poner un límite que se puede resumir más o menos en el siguiente razonamiento erróneo: hasta aquí es la acción humana, en adelante es Dios quien actúa.
Ahora bien, ambas acciones, la divina y la humana, se mezclan inseparablemente en la mayoría de estos casos (cf. Dom Estêvão Bettencourt, OSB. Curso sobre a graça. Rio de Janeiro: Mater Ecclesiae, 2000, p. 137).
Milagros
Finalmente, llegamos al milagro mismo. Ocurre cuando Dios interviene con su infinita fuerza sobrenatural o divina en la naturaleza, la cual, si bien es maravillosa, es limitada.
Ejemplos: la transformación inmediata del agua en vino (cf. Jn 2,1-11), la curación instantánea de diez leprosos de una vez y a distancia (cf. Lc 17,11-19), la resurrección de los muertos (cf. (cf. Jn 11, 1-43), etc.
El milagro es, pues, la firma única e infalsificable de Dios; pues Él (y sólo Él) lo hace donde, cuando, como y con quien quiere.
¿Por qué la Iglesia actúa con una prudencia tan severa? “Porque ama la Verdad, no la fantasía.
Monseñor Afonso Carinci, secretario de la antigua Congregación para los Ritos, dijo en 1953: