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Santa Maravillas de Jesús: Dejó su vida de lujos para consagrarse a Dios

MARAVILLAS DE JESUS
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Sandra Ferrer - publicado el 09/02/22
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Descubrimos a la Santa a la que se le negó una placa en el Congreso de los Diputados de España

En el año 2008, el nombre de una santa española saltaba a los medios de comunicación por una controvertida propuesta en el seno del Congreso de los Diputados.

Hasta entonces era conocida por la sociedad católica del momento. Pero fue tal el escándalo que se generó entre los políticos españoles que el nombre de Santa Maravillas de Jesús se expandió en toda la sociedad. Pero, ¿Quién era aquella mujer a la que querían poner una placa en la sede de la soberanía nacional?

Santa Maravillas de Jesús fue una mujer excepcional, que lo tenía todo para vivir rodeada de lujos, fiestas y riquezas, pero decidió darlo todo, su dinero y su tiempo, a los demás. Convertida en religiosa carmelita, siguió el ejemplo de Santa Teresa fundando numerosos conventos por toda la geografía española.

Ni la guerra civil ni tan siquiera la posibilidad de morir ejecutada, impidieron a esta mujer seguir con su vida de oración y de ayuda a los más necesitados. Una mujer que, en palabras de su sobrino nieto Álvaro Marañón, “desprendía un enorme carisma”. 

El 4 de noviembre de 1891 nacía en Madrid María Maravillas Pidal y Chico de Guzmán. Unos apellidos ilustres la identificaban con una de las casas más ricas del país.

Su padre, Luis Pidal y Mon, marqués de Pidal, fue ministro de Fomento y embajador de España ante la Santa Sede. Su madre, Cristina Chico de Guzmán y Muñoz, pertenecía a la familia de los duques de Riánsares.

Ella y sus tres hermanos mayores, crecieron sin que nada les faltara y recibieron una esmerada educación ilustrada y religiosa. Desde bien pequeña, María sintió una intensa fe que fue afianzando a medida que pasaban los años.

Las fiestas a las que acudía por su posición social no llenaban a la joven María, quien se sentía más cómoda en su hogar, leyendo la obra de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. María era plenamente consciente de las injusticias sociales que existían en la sociedad y acudía en ayuda de todo aquel que lo necesitaba.

Guiada por su director espiritual, el padre jesuita Juan Francisco López, acudía a los barrios más deprimidos de la capital para ayudar a las personas que ahí vivían, dando toda la asignación que en ese momento recibía de su familia. María pasaba igualmente muchas horas en los roperos de caridad, ayudando en la preparación de ropa para los pobres. 

María tardó aún bastantes años en tomar la decisión de hacerse monja, en parte porque sus padres tuvieron en un principio sus reticencias, pero finalmente el 12 de octubre de 1919 ingresaba en el monasterio de Carmelitas Descalzas de El Escorial y adoptaba el nombre de Maravillas de Jesús.

Cinco años después, sintió que Dios le mandaba fundar un nuevo convento carmelita en el Cerro de los Ángeles, junto a un enorme monumento erigido al Sagrado Corazón, que sería destruido durante la Guerra Civil. Ella y otras tres religiosas dejaron El Escorial y se marcharon a una casa donde vivieron temporalmente hasta que finalizaron las obras de la que sería su primera fundación. Esta se inauguró en 1926 y Maravillas de Jesús fue su primera priora. 

Las hermanas pasaron pocos años de vida tranquila, pues la proclamación de la Segunda República en 1931 inició una cada vez más creciente persecución religiosa en España. A pesar de las dificultades, el convento continuó con su labor religiosa y asistencial. En 1933, la madre Maravillas aceptó la propuesta de un obispo misionero de fundar en la lejana India, en la localidad de Kottayam, una fundación del Carmelo, enviando ocho de sus religiosas. 

Las religiosas del Cerro de los Ángeles vivieron relativamente a salvo hasta que la Guerra Civil las expulsó definitivamente de su hogar. En el verano de 1936, un grupo de milicianos acudió hasta el convento y las obligó a abandonarlo.

Durante un tiempo permanecieron bajo la protección de unas hermanas ursulinas pero la Madre Maravillas decidió marchar a Madrid. Instaladas en un diminuto piso, las más de veinte religiosas convivieron como pudieron durante catorce largos meses. Escondidas, sin llevar el hábito, sufrieron escasez de todo y el miedo continuo a ser descubiertas.

En varias ocasiones, grupos de milicianos y milicianas, asaltaron su vivienda en busca de joyas y objetos de valor. Se marcharon con las manos vacías, pues como les aseguró la Madre Maravillas, ellas vivían bajo el voto de pobreza.

Los hombres y mujeres que se toparon con ella, quedaron sorprendidos de su entereza pues en varias ocasiones fue interrogada con una pistola apuntando a su cabeza. La Madre Maravillas no dejó de mantener la mirada a su interrogador y a hablar con pasmosa tranquilidad a pesar de que sabía que podía ser ejecutada en cualquier momento. 

Pasado más de un año, la situación en Madrid era cada vez más peligrosa, por lo que decidieron marchar a Francia en un penoso viaje que culminó exitosamente cuando desde el país vecino pudieron alcanzar Salamanca e instalarse en un convento abandonado de las Batuecas. A punto de finalizar la guerra, la Madre Maravillas regresaba al Cerro de los Ángeles para ver cómo la que había sido su casa y su primera fundación, había sido arrasada por la guerra. Lejos de hundirse, inició su reconstrucción. 

Durante los siguientes años, la Madre Maravillas de Jesús fundó once conventos en España. El de Aldehuela sería el hogar en el que viviría hasta su muerte. Allí continuó con su incansable labor de ayuda social impulsando la construcción de viviendas prefabricadas y de una barriada entera para familias que vivían en la indigencia.

La Madre Maravillas de Jesús fallecía el 11 de diciembre de 1974. Tenía ochenta y tres años, la gran mayoría de los cuales había pasado consagrada a Dios y a los pobres.

Veinticuatro años después, era beatificada por el Papa Juan Pablo II quien la ensalzó como “ejemplo luminoso de santidad”: “Persona muy conocida en su época, supo aprovechar esa circunstancia para llevar muchas almas a Dios. Las ayudas que recibía, las empleó todas en socorrer monasterios, sacerdotes, seminarios y obras religiosas en necesidad. Por ello, son tantos los que le están agradecidos. Fue priora durante casi toda su vida religiosa, siendo como una verdadera madre para sus hermanas.

Vivió animada por una fe heroica, plasmada en la respuesta a una vocación austera, poniendo a Dios como centro de su existencia. Tras haber sufrido no pocas pruebas, murió repitiendo: «¡Qué felicidad morir carmelita!».

Su vida y su muerte son un elocuente mensaje de esperanza para el mundo, tan necesitado de valores y, en ocasiones, tan tentado por el hedonismo, el hacer fácil y el vivir sin Dios”. El mismo pontífice la canonizaba el 23 de abril de 2002 en una celebración en la Plaza de Colón de Madrid en la que se congregaron miles de personas. 

Seis años después, el diputado del Partido Popular, Jorge Fernández Díaz, proponía poner una placa en uno de los salones del Parlamento, pues en ese mismo solar había estado la casa donde había nacido Santa Maravillas de Jesús.

La propuesta fue defendida por otros diputados de su mismo partido y de otras formaciones políticas, el más destacado, el socialista José Bono que apoyó activamente la colocación de dicha placa. Tras un encendido debate acerca de lo idóneo o no de dar a una religiosa semejante honor, finalmente se zanjó la polémica negando el recuerdo de una mujer como la Madre Maravillas. A pesar de la negativa, el debate situó a la santa en primera línea, copando noticias en radio, televisión y medios digitales. 

Lo más importante es que el nombre de Santa Maravillas de Jesús, su ejemplo de vida y su fe inquebrantable, se ha extendido por todo el mundo. Parroquias de lugares tan lejanos como Cuba, El Congo o Guinea han erigido parroquias y centros religiosos que llevan su nombre. 

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