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Negar la realidad no salva: enferma

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 10/02/22
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Reprimir lo que he vivido, lo que ha dolido, no elimina el sufrimiento, lo aumenta, lo hace más hondo, más continuo

Hay personas que viven permanentemente en la negación. Yo mismo lo hago a veces y así siento que estoy seguro, a salvo, en paz.

Pero, ¿qué logro cuando niego lo que veo, lo que he hecho o estoy haciendo, lo que ahora estoy sintiendo?

¿Por qué me engaño de esa manera? ¿Acaso desaparece la realidad cuando la niego cerrando los ojos?

¿O existe algo sólo cuando lo nombro? ¿Desaparece cuando lo callo, lo silencio, o lo tapo? ¿Se acaba el dolor cuando afirmo con fuerza que no lo siento?

¿Cambiar las cosas por arte de magia?

¿Cuántas veces me tienen que decir que no me agobie para dejar de agobiarme? ¿Produce algún efecto?

¿Y cómo venzo la tristeza cada vez que me dicen que no esté triste porque no tengo motivos?

¿Cómo cambio las emociones nombrando las opuestas que deseo sentir, como si fuera magia?

¿Puedo obligar al río a cambiar su curso subiendo a la montaña cuando su destino es el mar?

¿Acaso el mar puede dejar de lamer las playas bajo mis órdenes alejándose así de las orillas?

¿Puedo lograr todo lo que deseo?

¿Puedo hacer brotar la salud desde la enfermedad que detesto con una orden? ¿O sigo estando enfermo y sólo estoy negando la evidencia cuando la callo?

¿Puedo cambiar mi pasado borrando algunos días, algunas decisiones mal tomadas, algunos errores cometidos?

¿Puedo ser más bello pidiéndoselo al cielo para que acabe con mi fealdad? ¿Es mejor mi suerte cuando se lo exijo a Dios cada mañana porque está obligado hacerlo, ya que dice que me ama?

¿Amanece soleado cuando lo suplico y aparta Dios las nubes de mis ojos? ¿O llueve cuando lo deseo?

¿Quizás no puedo manipular el tiempo? ¿Mi deseo logra mover la piedra que cierra mi camino?

¿Puedo añadir días a mi vida o simplemente los desgrano sin saber contar ni entender cuándo llega el último?

La fuerza de la realidad

Son preguntas que se acumulan en el alma golpeando mi silencio. No puedo cambiar nada de lo que no me gusta. Ni deshacer los errores del camino.

La negación de nada sirve para mejorar las cosas. Apartando mi mirada del desastre las cosas no vuelven a su sitio.

KOBIETA

Todo lo sucedido forma parte de mi biografía aun cuando me gustaría borrarlo. Negar de nada sirve cuando se trata de la realidad que tiene esa fuerza inapelable.

Podría cerrar en un cuarto oscuro mi vida pasada y seguiría doliendo. Podría borrar las fotos amadas y seguiría sangrando.

Un día de dolor, de pérdida, de abuso en mi vida deja más huella que mil días tranquilos.

Por eso soy capaz de aplaudir a aquellos que sonríen mientras sienten el frío muy dentro.

Seguir confiando

Apoyo al que se levanta de todas las derrotas en medio de su soledad. Al que vuelve a creer en la victoria después de muchas caídas.

A quien puede volver a creer en la bondad del hombre después de haber sentido en su piel su maldad y su pecado.

Entiendo que la negación no me salva. Al contrario, me enferma.

Reprimir lo que he vivido, lo que ha dolido, no elimina el sufrimiento. Lo aumenta, lo hace más hondo, más continuo.

Afirmar es mejor que negar

Tengo claro que afirmar siempre es más sanador que negar lo evidente. Ser asertivo y decir lo que siento mucho más que callarme por miedo, por respeto, por pudor.

Gritar es más liberador cuando me enojo. Y protestar contra la injusticia que me lacera. Es más sano gritar cuando estoy molesto.

Negar me deprime. Afirmar me abre de par en par a la mañana que comienza.

No niego la enfermedad que me consume. No niego los días que pasan volviéndome viejo, tiñendo de gris mi retrato.

De nada sirve negar las realidades que se estampan con fuerza contra mi alma herida y chocan con mis ojos.

El reto de aceptar

El dolor y la pérdida son parte de la vida. La enfermedad y la muerte existen como parte del camino.

Y yo no sé aceptar las cosas como son. Me duele el alma al tocar la herida. Quiero taparla, sigue escondida, doliendo.

No puedo negar haber hecho lo que hice. Duele el pecado pero es real, forma parte de mi vida.

Soy ese pecado, esa mentira, esa actitud infiel. No puedo disimular lo hiriente de mis palabras que aún resuenan en el aire, ni tapar el dolor causado a otros.

Ni negar la mentira en la que vivo, aunque pretenda darle un sentido a todo lo que hago.

Tampoco puedo negar el fracaso de mis intentos por tapar, ni pretender que he ganado habiendo perdido.

Los resultados negativos en mi vida no los puedo maquillar, ni fingir que son buenos después de todo.

Negar no me salva, todo lo contrario. Sólo lo que es asumido puede ser redimido.

Vivir en la verdad

Cristo vino a hacer que viviera en la verdad y en la afirmación continua, no en la mentira.

Un sí sostenido por encima del dolor es lo que me da vida. No puedo simular que todo está bien, igual que antes, cuando a lo mejor las cosas han cambiado demasiado.

Claro que no todo es lo mismo, y no siempre es lo que a mí me gustaría que fuera. No importa, lo acepto con alegría, es parte de mis días, parte de mis sueños.

Sé que la vida se construye desde mi humanidad herida, desde mi carne enferma. No desde una ficción que no es mi vida.

Jesús vino a hacerse carne de mi carne. Vino a llamarme al lugar donde me encuentro no a ese sitio donde me encantaría estar.

Vino a llamarme a mí conociendo mi debilidad, sin negarla puedo seguir sus pasos. Él conoce muy bien cómo es el color de mi piel, la hondura de mi dolor.

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