El odio que procede de otros es especialmente doloroso para los creyentes, porque la persona que vive por fe vive desde el amor a Dios y a los demás.
Jesús nos aconseja qué hacer cuando nos encontramos con el odio a causa de nuestra fe en Dios:
Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas.
Así que, para nosotros, lo más importante es lo que Dios nos dice, no lo que dice la gente.
San Pedro nos da una indicación para toda la vida:
Hacia la paz y la felicidad
No es nada fácil. Es muy difícil. Sin embargo, sólo este enfoque nos dará paz en el corazón.
Este tipo de paz es algo más que el lema “¡Mantén la calma y sigue adelante!” que podemos encontrar escrito en tazas y otros artilugios.
Jesús dice que, si tenemos esta actitud, seremos bendecidos. En el griego original se usa la palabra “makarioi”, que significa literalmente feliz. Esta es la felicidad que Dios da, y que nadie ni nada puede quitar.
Nunca odiar
“No me obligarán en ningún modo a odiarlos”, escribió el beato cardenal Stefan Wyszyński, cuando fue encarcelado y perseguido por las autoridades comunistas.
No permitamos que el odio se cuele en nuestros corazones.
Cuando el odio se nos presente, recordemos las palabras de Jesús y pidámosle encontrar la paz del corazón en estas palabras.