El día de San Valentín muchas parejas felices comparten veladas románticas, mientras otros se conforman con dejar pasar la festividad sin ponerle mucha atención.
A pesar de ello, para los que tienen el corazón roto el día de San Valentín puede ser difícil; todo el mundo parece estar enamorado, mientras ellos rinden luto a la pérdida de relaciones que tanta alegría les trajeron.
Si estás lidiando con un corazón roto este día de San Valentín, los siguientes santos entienden por lo que estás pasando -y estarían contentos de poder rezar por ti.
1Santa María Guggiari Echeverría (1925-1959)
Era la mayor de siete hermanos en Paraguay. Cuando era adolescente hizo un voto personal de castidad.
Ese voto fue puesto a prueba a sus 20, cuando conoció a un estudiante de medicina del que se enamoró.
María pensó que podrían estar llamados a un matrimonio josefino, pero finalmente él discernió que estaba llamado al sacerdocio.
Ella le apoyó en su vocación, particularmente ayudando a encubrirlo de su padre musulmán.
No mucho tiempo después de que se fuera al seminario, se convirtió en monja carmelita, y murió de hepatitis tan solo cuatro años después.
2Santa Concepción Cabrera de Armida (1862-1937)
Era una mística mexicana, esposa y madre de nueve niños. Cuando solo tenía 39 años su marido murió. Conchita (como era conocida) estaba devastada. Escribió:
Tras la muerte de su marido, Conchita continuó viviendo la ordinaria vida de madre de una gran familia sin él, mientras experimentaba internamente las profundas visiones espirituales recogidas en sus muchos cuadernos.
3Beato Pier Giorgio Frassati (1901-1925)
Es famoso por haber sido, en la mayoría de las cosas, un joven ordinario. Escalaba montañas, fumaba de pipa, hacía bromas pesadas, y se enamoró.
Cuando tenía 22, Pier se hizo amigo de una chica unos años mayor que él, Laura Hidalgo; nunca dejando las cosas a medias, se enamoró, y profundamente.
Pero Giorgio nunca le contó a Laura sus sentimientos. Parece ser que sus padres no iban a aprobarla.
Quizás determinante fue el hecho de que el matrimonio de sus padres se estaba derrumbando y él no creía que pudiese construir una relación sana en esos tiempos difíciles. Tras decidirse a hacer este sacrificio, escribió a un amigo:
El corazón roto de Pier nunca se curó del todo.
Vivió durante tan solo siete meses tras escribir la carta anterior, y mientras se regocijaba en Dios y en su vida, su corazón seguía sufriendo por la mujer a la que amó y nunca pudo poseer.
4Beato Juan José Lataste (1832-1869)
Sintió su llamada al sacerdocio desde temprana edad, pero cayó en un ambiente bastante frívolo en la secundaria y paró de rezar y de seguir la voluntad de Dios.
Durante un tiempo no estuvo seguro de si podría seguir siendo cristiano, aunque finalmente superó sus dudas.
Aun así, el sacerdocio ya no era una opción, y la preciosa Cecile sí que lo era. Lataste se enamoró tremendamente y se declaró poco después, pero la oposición de su familia bloqueó el matrimonio.
Angustiado, le pidió a la madre del cielo que le dejara clara la voluntad de Dios para él.
Esperó en agonía durante dos años, hasta la muerte de su amada. Esa era su respuesta, aunque no fue la gentil dirección que él esperaba.
Lataste le rindió luto durante dos años, y después entró en los Dominicos, donde trabajó incansablemente al servicio de prisioneros.
Y finalmente fundó una orden religiosa para exconvictas: las Hermanas Dominicas de Betania.
5Santa Isabel de Hungría (1207-1231)
Estaba profundamente enamorada de su esposo, una ocurrencia inusual para cualquier mujer de su tiempo, y mucho menos para una mujer noble.
Pero su marido (a veces llamado Luis el Santo) era uno de los pocos hombres merecedores de dicha mujer, y los dos fueron felices hasta la muerte de Luis a los 26 años.
Cuando Isabel (con tan solo 20 años) se enteró, gritó: “¡el mundo y toda su felicidad están muertos para mí ahora!”.
Durante 6 meses Elizabeth estuvo desconsolada, pero finalmente pudo encontrar sanación y volver a sus trabajos de caridad en los pocos años de vida que le quedaban hasta su muerte a los 24.