Decir que la Biblia es un desafío de libro es correcto e incorrecto al mismo tiempo. Es verdad que la Escritura no siempre es fácil de leer. Requiere una atención reflexiva, una considerable cantidad de paciencia, humildad intelectual, cierto conocimiento previo de los contextos en que se escribieron estos textos y un espíritu aventurero dispuesto a lidiar con abundantes rarezas inesperadas. Por ejemplo, la del árbol del conocimiento del bien y del mal. ¿O quizás es el árbol de la vida? ¿O es ambos?
Pero la Biblia no es un único libro. Es una compilación de varios libros separados, la mayoría (si no todos) compuestos a partir de fuentes entrelazadas diferentes, a veces incluso enfrentadas. Es también el subproducto de la labor concienzuda y minuciosa de generaciones y generaciones de escritores, compiladores, traductores y editores. Es, en definitiva, una cuidadosa recopilación de textos escritos, editados y codificados a lo largo de milenios.
Para complicar más el asunto, no hay una única Biblia. Y no hablemos ya de lo obvio, es decir, que hay disponible un sinnúmero de traducciones diferentes, unas mejores que otras. Hay literalmente Biblias diferentes. Los judíos tienen una, los cristianos protestantes tienen otra y los cristianos ortodoxos y católicos romanos tienen otra más –la más grande de todas, compuesta de un total de 73 libros–.
Sin duda, todas estas Biblias están íntimamente relacionadas entre sí y, a menudo, se solapan. Sin embargo, no son iguales en el fondo. Esa es una de las razones por las que los estudiosos de la Biblia, a lo largo de los siglos, no han llegado a un acuerdo en relación a una pregunta que, en apariencia, podría parecer bastante sencilla: ¿cuántos árboles había en el centro del Jardín del Edén?
¿Árboles de qué?
El árbol del conocimiento del bien y del mal, según coincide la mayoría de investigadores, es uno de dos árboles muy concretos en la historia del Jardín del Edén en el Génesis, según se cuenta en los capítulos 2 y 3, y el otro sería el árbol de la vida. Sin embargo, eruditos como Mark Makowiecki han argumentado que el árbol del conocimiento del bien y del mal es tan solo otro nombre para el árbol de la vida.
En su artículo, “Untangled Branches: The Edenic Tree(s) and the Multivocal WAW” (que en español se traduciría como “ramas desenredadas: el árbol o los árboles edénicos y el WAW multivocal”) Makowiecki sostiene que, aunque pueda parecer evidente (por el texto mismo) que los árboles edénicos son dos, la combinación de Eva de estos árboles durante su discusión con la serpiente ha conducido a algunos a defender que los árboles podrían ser, en realidad, uno con dos nombres.
Makowiecki, por supuesto, no es el primero en señalar esta tensión: desde el principio de los tiempos (intento de chiste genesiaco), los críticos han intentado solventar esta situación. Sin embargo, la perspectiva de Makowiecki es tan original como perspicaz.
Echemos un ojo a Génesis 2,7-9:
Entonces el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo. Luego el Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer; además, el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal.
Makowiecki señala que la regularidad con la que se repite “y” (waw, en el hebreo original) funciona como un recurso literario que condiciona al lector a interpretar el waw final (“y el árbol del conocimiento del bien y del mal”) como otro y más.Es decir, el lector supone que la historia se refiere a dos árboles distintos: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
Esta asunción se refuerza a lo largo del texto, cuando encontramos a Dios mismo distinguiendo un árbol de otro en Génesis 3,22, donde se lee:
Y el Señor Dios dijo: “He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros en el conocimiento del bien y el mal; no vaya ahora a alargar su mano y tome también del árbol de la vida, coma de él y viva para siempre”.
Sin embargo, ambos árboles parecen fundirse en uno en Génesis 3,2-3:
Y dijo a la mujer: “¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?”. La mujer contestó a la serpiente: “Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: ‘No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis’”.
No “y”, sino “es decir”
Makowiecki explica que, en este punto, el lector ha dado por sentado que el árbol “en medio del jardín” es el árbol de la vida y que el árbol prohibido bajo pena de muerte es el árbol del conocimiento del bien y del mal. La declaración de Eva (que comer de la fruta que está en medio del jardín provocaría la muerte) distorsiona esta asunción, ya que, de repente, parece estar fundiendo ambos árboles en uno: “…del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: ‘No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis’”.
Dado que el narrador no ofrece ninguna aclaración sobre este punto, queda en manos del lector darle sentido por su cuenta. La salida que presenta Makowiecki para esta confusión es tan sugerente como fiel al texto: existe otro significado (digamos, uno “oculto”) en el penúltimo waw (“y”) en Génesis 2,9. Se trata de un waw explicativum, un “y explicativo”. De hecho, el waw hebreo “puede funcionar de forma explicativa, por lo que podría interpretarse no como ‘y’ sino como ‘es decir’”. Si tenemos esto en cuenta, el texto podría leerse como:
El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer; además, el árbol de la vida en mitad del jardín, es decir, el árbol del conocimiento del bien y el mal.
Cuando los pasajes 2,9; 2,16-17, y 3,2-3 del Génesis se leen bajo esta perspectiva, los tres pasajes coinciden de repente. Cuando el árbol del conocimiento del bien y del mal se considera otro nombre más para el árbol de la vida, el lector concluye que los tres pasajes se refieren a un único y mismo árbol.
Esta interpretación también está en línea con otra lectura posible del nombre del árbol del bien y del mal en el original. Mientras que el hebreo “tov wa-ra”se traduce literalmente como “bien y mal”, la frase también se ha interpretado como un ejemplo de un tipo de figura retórica muy específica en la Biblia conocida como merismo.
En pocas palabras, un merismo, en la Biblia, es una figura retórica que une dos extremos opuestos para crear un significado general. La frase “bien y mal” haría referencia simplemente, en este caso, a “todo”, como en “todo en la vida”, “la vida misma”, “el mundo entero”.