Cuando somos novios, anhelamos pasar el resto de nuestra vida con esa persona con la que nos encontramos tan a gusto, con quien nos hace ser mejor persona, con quien damos lo mejor de nosotros y percibimos que la vida no tiene sentido sin el otro. Todos ansiamos un matrimonio feliz y enamorado. Para eso decidimos iniciar una vida en común.
Con el transcurso del tiempo, esos sueños y esos anhelos de felicidad pueden darse de bruces con una realidad bien diferente, cuando uno se embarca en la apasionante aventura del matrimonio y empieza a convivir en pareja.
El ir descubriendo a la otra persona en su día a día, sufrir los enfados o desencuentros cotidianos provocados por las prisas, los trabajos, la llegada de los hijos, las enfermedades, las familias de origen, las dificultades económicas y un largo etcétera, pueden hacernos percibir una realidad que no es como nos la habíamos imaginado. Es una cuestión de la que se habla en Amoris Laetitia, n.221.
¿Dónde están los valores relativos a la paciencia, a la bondad, la resiliencia, el espíritu de superación, el liderazgo y la comunicación que tanto se predica en las empresas? ¿Qué mejor empresa que invertir y triunfar en nuestra familia, en nuestro matrimonio? ¿Dónde está el amor como motor de la relación?
No me refiero a un amor basado en un sentimiento etéreo que es el que sustenta la famosa frase “se nos acabó el amor”. Me refiero a ese amor capaz de afrontar las dificultades que puedan venir, resistiendo la tempestad que pueda provocar una crisis en la pareja, ese amor maduro que sabe que a pesar de los problemas que puedan existir en nuestro matrimonio es capaz de aceptar la dificultad porque hay un aprendizaje detrás de esa situación.
Ese amor que es capaz de dar aunque no reciba en ese momento, porque hay un bien mayor que es capaz de esperar.
Ese amor de donación y entrega, que invierte en su relación porque sabe que antes o después todo eso le será devuelto con creces.
Ese amor que hace que la persona se sepa poner en valor y ponga límites cuando sea necesario. Que sepa decir "No" cuando haya que decir "No".
Ese amor que me permite quererme y aceptarme como soy para querer y aceptar a mi cónyuge en su imperfección.
A veces nos gustaría vivir una historia de amor de cuento, pero la mejor historia es aquella que escribimos cada uno de nosotros en nuestro matrimonio cada día. Y si no, mira atrás y analiza todos lo que ha sucedido en tu vida desde que os casasteis.
Por eso es importante conocer a la persona con la que te casas, tener un buen noviazgo, formarse y prepararse para esa aventura que es el matrimonio. Preguntar, preguntar y preguntar. (cfr. Amoris Laetitia, nn. 209/210)
Y también es importante conocernos a nosotros mismos, ir madurando para saber tomar decisiones, hablar y comunicar lo que queremos y lo que no. (cfr. Amoris Laetitia, 220)
El matrimonio es una aventura apasionante
El matrimonio es una aventura apasionante, con sus luces y sus sombras. Igual que el sol y la luna forman parte de las 24 horas del día, lo mismo ocurre en nuestra vida, hay que vivir cada hora sabiendo que hay momentos de luz porque es de día y momentos de oscuridad, cuando cae la noche. A veces cuando surgen las dificultades parece que no hay solución, lo importante es saber que al día siguiente saldrá el sol de nuevo y podremos ver un capítulo nuevo de nuestra vida, el que nosotros vayamos escribiendo.(Iluminar las crisis, angustias y dificultades AL 231 en adelante)
Aprender a vivir nuestro día con su imperfección y disfrutar de los pequeños momentos, siendo generosos con nuestro cónyuge y sabiendo amar como el otro necesita ser amado, (no como nosotros creemos que quiere), nos sitúa en una posición de ventaja para alcanzar esa felicidad tan anhelada en los tiempos que corren.
Aprender a gestionar estas dificultades, ya sean crisis comunes o crisis personales, nos permite crecer como personas y como matrimonio, vamos madurando en el amor.
Como dice Santa Teresa de Jesús:
Nada te turbe;
nada te espante;
Todo se pasa;
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene,
nada le falta.
Sólo Dios basta.
Cuidar nuestro matrimonio es nuestra responsabilidad, es nuestra vida, es nuestra historia. Seguramente con nuestro ejemplo ayudemos a muchas personas. No desistas cuando surjan dificultades, sé paciente pero no te paralices, pide ayuda.
Si tienes preguntas, dudas o consultas sobre esta cuestión, puedes escribir al consultorio de Aleteia: consultorio@aleteia.org