En el año de 2008, don Eliseo Cárdenas le hizo caso a un conocido suyo que era "pollero" ("traficante de personas"). Este le dijo que era fácil irse a reunir con su hijo, que se encontraba en Jackson, Mississippi.
Sus familiares le habían aconsejado que no lo hiciera. No gozaba de buena salud. Pero la ilusión de una vida mejor –como millones de mexicanos— le ganó. Dejó todo para irse "al otro lado". Diez años más tarde, sus restos fueron encontrados en una cueva en el desierto de Arizona (Estados Unidos).
Quien supo de esto fue el grupo denominado "los Armadillos", una asociación méxico-estadounidense que se dedica a rescatar migrantes perdidos, exhaustos, desorientados, en el desierto de Arizona. También a recuperar los restos de quienes no lograron llegar al "sueño americano".
Con sus cenizas
Este mes de febrero, las cenizas de don Eliseo regresaron a su Patria, a Ciudad Juárez, donde viven ahora sus hijos Eliseo y Belén. El jefe de "los Armadillos", César Ortigoza, llevó, personalmente, las cenizas de don Eliseo al aeropuerto de Ciudad Juárez, limítrofe con El Paso (Texas).
Según comunicó el "pollero" a la familia, en un relato muy corto (como el que suelen dar a los familiares de los migrantes caídos aquellos que los llevan a Estados Unidos), don Eliseo Cárdenas dijo en medio del desierto: "Voy a sentarme en una cueva a descansar y luego me voy a entregar a la migra".
Unos restos humanos fueron encontrados diez años más tarde (en 2018) en una cueva. Hasta allá fueron "los Armadillos". Al lado de la osamenta había una credencial de elector con su nombre, unas gafas de sol y unas botas. Fue todo lo que quedó de su aventura para llegar a Jackson (a varios cientos de kilómetros de distancia).
Nadie sabe, nadie supo, salvo un compañero de camino
Desde que el análisis del ADN dio positivo, Ortigoza prometió a los hermanos Cárdenas que él les iba a entregar las cenizas de su padre. Eliseo hijo le confió a la prensa que él no estaba de acuerdo con que su padre cruzara la frontera: tenía una úlcera crónica y no gozaba de buena salud.
Según Ortigoza, el "pollero" que llevaba a don Eliseo y a su grupo, simplemente lo abandonó a su suerte. "Que se haya resguardado en esa cueva provocó que la osamenta se conservará. Por eso el forense pudo sacar la muestra de ADN". Belén, su hija, dijo también que el "pollero" solo la contactó una vez y "se deslindó de toda responsabilidad".
Pero uno de los migrantes que iban con él les platicó más tarde que "mi papá ya iba muy mal, que les dijo que no se preocuparan. Que si ya habían caminado tanto, que no perdieran esa oportunidad. Que él lo entendía porque también tenía una familia". Si hubiera caminado una hora más, la patrulla fronteriza lo hubiera rescatado.
El laberinto de la burocracia
La repatriación de las cenizas de don Eliseo no fue fácil. "Los Armadillos" contrataron al Equipo Argentino de Antropología Forense y apoyaron para agilizar los trámites con la representación consular de México en Estados Unidos. Aún con su ayuda, la maquinaria burocrática mexicana fue un obstáculo de casi cuatro años.
El Equipo Argentino tomó muestras de ADN a los hijos de don Eliseo y con ello se pudo comprobar su identidad. Al regresar a casa, don Eliseo tendría 65 años de edad. Su hija Belén le dijo al grupo Milenio que lo iban a poner junto a los restos de su mamá, quien murió hace poco tiempo.
"Los Armadillos", un grupo de voluntarios que se dedica a atender llamadas de emergencia y a rescatar personas en el desierto, esperan, en voz de Ortigoza, "que un día nuestro trabajo ya no sea necesario y que las familias no tengan que seguir buscando a sus seres queridos desaparecidos".
Algo muy difícil de lograr por lo que el propio Ortigoza califica como "la indolencia" gubernamental ante el sufrimiento de los migrantes.