Cuando Donovan Carrillo entró en la pista de hielo de los Juegos Olímpicos de Invierno de este año, se convirtió en el primer mexicano que lo hacía en 30 años. Y aunque quedó 22.º en patinaje artístico y se clasificó 22.º en la general, su trayectoria es tan inspiradora que no podemos sino considerarlo un auténtico campeón.
Cuando Carrillo fue seleccionado para los Juegos Olímpicos, él lo describió como un “sueño hecho realidad”, según un artículo de The New York Times. Un sueño que llegaba después de años de dedicación a un deporte que está gravemente infrafinanciado en su ciudad natal de Guadalajara (México) y, de hecho, en todo el país.
Este muchacho de 22 años empezó su carrera atlética haciendo gimnasia y salto de natación. Sin embargo, cambió al patinaje sobre hielo gracias a su hermana mayor, Daphne. Cuando iba con sus padres a recogerla o a llevarla de patinaje, se fijó en una niña llamada Lisa, de la que se enamoró.
Así que, con el apoyo de sus padres, empezó a patinar y, por fortuna, su pasado deportivo le facilitó amoldarse a este nuevo deporte. (¡Si miras el vídeo más abajo puedes ver la curiosa forma en que los patinadores entrenan sus giros!).
Compromiso y sacrificio
El único inconveniente era el precio y la falta de instalaciones. Según explica el padre de Donovan bromeando en el vídeo, los mexicanos normalmente solo conocen el hielo que ponen en las bebidas, no piensan en deporte. Así que su hijo es, de hecho, uno de los poquísimos patinadores sobre hielo en su país natal.
Tanto es así que, en 2013, cuando Donovan era apenas un adolescente, su pista de hielo habitual cerró. El muchacho se quedó sin ningún lugar donde practicar. Al final, tuvo que mudarse a León, en Guanajuato, y vivir con su entrenador, Gregorio Núñez, para poder seguir entrenando.
La mudanza fue difícil para toda la familia, tanto emocional como económicamente. Lo que iban a ser unos pocos meses fuera de casa se convirtieron en nueve años, casi la mitad de la vida de Donovan.
La historia de este héroe de patinaje sobre hielo no va de medallas sino de determinación, esfuerzo y sacrificio. Según explica el padre de Donovan: “No hay dinero, pero tenemos hijos felices”.
Y, por lo que se lee en la cara del olímpico, está claro que está más que feliz, está emocionado con la vida. Quiere mostrar lo que cualquiera puede lograr aunque no tenga equipamiento puntero y aunque la pandemia traiga el caos a su entrenamiento.
Mirando cómo se desliza con facilidad por la pista de hielo, con trajes que rinden homenaje a su patria, es difícil imaginar que ha entrenado en una pequeña pista con hielo de baja calidad. Además, usaba un parque de skate en ruinas para imaginar que actuaba frente a los jueces.
Carrillo es un joven que saltará por encima de cualquier obstáculo –probablemente con un salto Salchow perfecto– para lograr su sueño y honrar a su familia. ¡Y eso es ser un auténtico campeón!