En el año 262 d.C., la ciudad egipcia de Alejandría formaba parte del Imperio Romano.
Era una época de crecimiento y paz para el cristianismo, que no sufría graves persecuciones desde décadas atrás. El emperador era Galieno.
Sin embargo, se declaró una gravísima epidemia de peste en la ciudad fundada por Alejandro Magno.
Entonces, los sacerdotes, diáconos y laicos decidieron entregarse al servicio de los enfermos y moribundos.
"Escuela para probarnos"
Esto provocó muertes entre ellos que, sin embargo, entendieron aquello como una llamada de Dios a dar testimonio de amor a Cristo y al prójimo.
El entonces obispo de Alejandría, san Dionisio, escribió que lo consideraba una “escuela para probarnos”.
Los que murieron fueron Plutarco, Sereno, Heráclides (catecúmeno), Herón (neófito), otro Sereno, Heraidis (catecúmena), Potamiena y Marcela, su madre. Todos ellos eran discípulos de Orígenes.
Tras ver cómo habían ayudado a los contagiados sabiendo que arriesgaban su vida y morían, la comunidad cristiana superviviente los consideró mártires enseguida.
Estos santos de Alejandría son posiblemente los primeros santos no mártires de sangre de la Historia de la Iglesia, y son mártires de la caridad (por su obra).