Hablar de Emilia Pardo Bazán es hablar de Los pazos de Ulloa o de los intentos infructuosos de ingresar en la Real Academia de la Lengua Española. Novelista, dramaturga, escribió cuentos, artículos, ensayos, viajó por varios países europeos, debatió con ilustres hombres de letras que la aplaudieron mientras otros la denostaron con insultos misóginos y chascarrillos de muy poco gusto.
En un mundo de hombres, en el que la educación de las mujeres se centraba en su preparación para el matrimonio, Emilia y otras mujeres se resistieron a vivir solo bajo ese modelo.
De los suyos dependía que los márgenes de la formación académica se expandieran más allá de los rudimentos de números y letras y la práctica de la costura, el arte o las buenas maneras.
Emilia Pardo Bazán había nacido en el ecuador del siglo XIX, el 16 de septiembre de 1851, en la Galicia de Rosalía de Castro o Concepción Arenal. La Galicia más ilustre, con unos padres de alta cuna pero con una miras positivas respecto de la educación de su hija.
Emilia estudió en un colegio francés de Madrid después de haber crecido entre algodones y rodeada de los libros de la magnífica biblioteca familiar a la que su padre invitó a entrar.
Allí se sumergió en la lectura de la Biblia, el Quijote o de clásicos como la Ilíada. Su educación se completó con clases particulares de matemáticas y ciencias. A pesar de todo, Emilia siempre adoleció de haber recibió una educación incompleta para sus ansias de conocimiento que tuvo que completar con una formación autodidacta.
Su padre, José Pardo Bazán, había sido un férreo defensor del catolicismo, lo que le valió la concesión del título de conde por parte del Papa Pío IX, título que terminaría heredando su única hija. No solo el título, también se llevó de su padre y de su madre, una educación católica que marcaría sus creencias, su fe, que siempre defendió y compaginó con sus ideas feministas y progresistas.
Con dieciséis años, algo habitual en la época, Emilia se casó con un hombre de su misma alcurnia, José Quiroga y Pérez Deza. El matrimonio y la maternidad, llegó a tener tres hijos, no impidieron que frenara sus ansias de saber y su necesidad de escribir. El mismo año que nacía Jaime, su primer hijo, recibía el reconocimiento por una obra sobre el padre Benito Jerónimo Feijoo.
Años después, en 1892 inició un proyecto de recuperación de la memoria femenina y del pensamiento relacionado con los derechos de las mujeres. Su objetivo no era otro que mostrar al mundo un catálogo de textos que ratificaban sus propias ideas sobre la igualdad entre hombres y mujeres.
El primer título de la colección fue Vida de la Virgen María, de Sor María de Ágreda y entre las obras que formaron parte de su “Biblioteca de la mujer” se incluyó uno de los textos fundamentales del feminismo universal, El sometimiento de la Mujer, del británico John Stuart Mill, obra que la propia Emilia prologó para su edición en castellano.
Emilia Pardo Bazán se unió a mujeres como Concepción Arenal para dar voz a sus reivindicaciones feministas, centradas principalmente en uno de los principales escollos para el avance social de las mujeres, la educación.
Ella misma lo había sufrido en su propia piel a pesar de considerarse una privilegiada, y reclamó una y otra vez la necesidad de abordar una educación igualitaria para hombres y mujeres. Con palabras tan duras como comparar la educación de la mujer con la “doma, pues se propone por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión”, Emilia Pardo Bazán insistió en una “instrucción y cultura racional que la mujer adquiera, adquiérelas en primer término para sí, para desarrollo de su razón y natural ejercicio de su entendimiento, porque el ser racional necesita ejercitar las facultades intelectivas lo mismo que necesita no dejar atrofiarse sus demás órganos”.
Valiente, consecuente, firme en sus convicciones, Emilia Pardo Bazán fue una de las feministas católicas más importantes de finales del siglo XIX que recibió no pocas críticas por haber pretendido ocupar un espacio considerado tradicionalmente masculino.
En varias ocasiones le fue negado el acceso a la Real Academia Española y cuando se le concedió una Cátedra en la Universidad Central de Madrid sus clases fueron boicoteadas. Que escribía “como un hombre” fue uno de los “halagos” y a la vez crítica de su talento femenino. Recibió sin embargo reconocimientos como la Banda de la Orden de María Luisa o la Cruz “Pro Ecclesia et Pontifice” del Papa Benedicto XV.
Feminista, católica y prolija escritora, Emilia Pardo Bazán fallecía el 12 de mayo de 1921. Terminaba una vida intensa que regalaba a la historia de la literatura grandes obras y a la historia en general el ejemplo de una mujer comprometida.