Sólo cuando leemos el Nuevo Testamento a la luz del Antiguo entendemos a Jesús. San Agustín indicó con acierto que "el Nuevo Testamento está oculto en el Antiguo, mientras que el Antiguo encuentra su explicación en el Nuevo".
El Evangelio de la transfiguración de Jesús en el monte Tabor es un ejemplo de ello.
Jesús subió a un monte para hacer oración
Dios hace oración. Este es un ejemplo sorprendente de cómo Jesús ora antes de los acontecimientos importantes, como la elección de los apóstoles, la Pasión y el Monte Tabor.
Además, Jesús ora al principio de cada día. A menudo los evangelios nos dicen que Jesús salió por la mañana hacer oración, comenzando así su día con la oración.
Puesto que Dios mismo ora, no hay mejor motivación para nosotros.
El cardenal Joseph Ratzinger escribió:
De pronto aparecieron conversando con él dos personajes, rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén.
La ley y los profetas
Moisés simboliza la Torá, la Ley de Moisés. Elías, en cambio, es el Profeta. La revelación en el Monte Tabor fue una confirmación de que la Ley y los Profetas predijeron que Jesús era el Mesías esperado.
La Biblia hebrea está dividida en tres secciones: la Ley, los Profetas y los Escritos. Por regla general, cada sábado se leían pasajes de estas tres partes.
Así pues, el acontecimiento del Monte Tabor refuerza la fe de los apóstoles y nuestra creencia de que las predicciones del Antiguo Testamento se están cumpliendo en la persona de Jesucristo.
Entonces, de la nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”.
Dios nos ayuda en la oración
Dios Padre pronunció palabras similares en el bautismo de Jesús. También nos las dice a nosotros, para que confiemos en Jesús.
Él nos ayudará más y nos dará los mejores consejos. La oración es un momento y un lugar especial para su acción.
La oración es una conversación con Dios. Esto fue expresado muy acertadamente por el teólogo judío Abraham Joshua Heschel, quien escribió: