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La tradición de los Cristos articulados utilizados para escenificar la Pasión

BURGOS

Cristo articulado de Burgos

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Merche Crespo - publicado el 13/03/22
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Estas imágenes medievales del Cristo del Descendimiento fueron realizadas con una doble funcionalidad: permanecer en la Cruz y descender de ella durante los oficios de Semana Santa

Este modelo de imagen articulada del Cristo crucificado aparece en la península ibérica en el siglo XIV, pero su origen parece estar en Alemania, en el antiguo Imperio Romano Germánico.

De hecho, casi todas las esculturas de estas características se sitúan en Alemania y en la antigua Flandes y sólo se sabe que existió otra en la Abadía inglesa de Barking, que ha desaparecido, y otras cuatro imágenes están en España, concretamente en la Catedral de Burgos, en la Iglesia de Santa Maria das Areas en Finisterre (La Coruña), en la Catedral de Ourense y en el Monasterio de las Claras de Palencia, que acoge a un Cristo en actitud yacente, no crucificado como los tres anteriores, sino depositado en una urna de cristal.

FISTERRA

Tradición de imágenes articuladas

En realidad, existen otros tantos Cristos articulados en diferentes rincones de España, como el Cristo de los Gascones y el de la Vera Cruz en Segovia, el de la Iglesia de la Sangre en Liria (Valencia) o los presentes en el Monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo (Palencia) o en la Iglesia de Vilabade, en Lugo.

Todos ellos pertenecían a iglesias o capillas vinculadas al Santo Sepulcro o a conventos y monasterios de diversas órdenes religiosas. Su modelo se extendió durante la época medieval para poder cumplir con la función litúrgica de escenificar la Pasión, Muerte y Sepultura del Señor, que se representaba en muchas iglesias el Viernes Santo.

Los miembros articulados de este tipo de esculturas permitían en esta tipología de crucificados reproducir tres escenas distintas de la Pasión durante los Oficios de Semana Santa (Crucifixión, Descendimiento de la Cruz y Santo Entierro) con una misma imagen. Y suponemos que las figuras participaban en estas ceremonias de descendimiento por la presencia de argollas o cadenas en la espalda.

Cristos muy realistas

Sin embargo, los de Burgos, Palencia, Orense y Finisterre-Santo Cristo da barba dourada-, todos del siglo XIV, poseen una serie de atributos que les hacen únicos, ya que no solo tienen articulación en los hombros, como el resto, sino que también poseen articulaciones en otras partes del cuerpo como en cuello, manos, codos, cadera o rodillas.

También están realizados con un tipo de materiales y una técnica que les otorga un extremado realismo. Las cuatro imágenes poseen cabello natural en la cabeza, barba y bigote. Además, gracias al uso de piel de vaca y distintos tejidos para recubrirlo, logran imitar casi a la perfección la anatomía y las huellas de un cuerpo humano lacerado y escarnecido por la crucifixión.

PALENCIA

Su apariencia es tan real que algunos cronistas llegaron a sugerir que parecían más momias humanas que esculturas: los rellenos de lana y otras telas como el lino para acentuar los hematomas, las ulceras o los músculos utilizados en su confección les permiten conseguir esa apariencia tan real.

Estas tallas están cubiertas de yagas y heridas de las que parece brotar sangre, lo que las convierte en unas imágenes trágicas, propias de la Pasión. Muestran a Cristo con el rostro agónico, la mirada perdida y la cabeza inclinada hacia un lado. El gesto del Señor en la Cruz indica que ya ha abandonado el dolor y la muerte le ha vencido.

Aparte de la técnica y el uso de materiales les une el gran tamaño de las obras: los cuatro Cristos analizados tienen más de 2 metros de altura.

Santo Cristo de Burgos

En el caso del Santo Cristo de Burgos, su realismo está conseguido gracias a su policromía que logra un acabado que acentúa el dolor y sufrimiento padecido por Cristo en la Cruz durante su Pasión. Esta escultura castellana tiene incluso uñas de asta.

Durante la restauración de su imagen se encontró en el interior de la talla un recipiente del cual parecía brotar sangre por la herida del costado utilizando un ingenioso artificio: una pequeña calabaza que por medio de un conducto interno se comunicaba con el exterior de la talla. En su interior probablemente había vino.

Sin duda esta imagen de Cristo es la de mayor devoción en la ciudad burgalesa y se venera en su Catedral, en la Capilla Santo Cristo o del Santísimo, donde se celebra también la Misa para los peregrinos del Camino de Santiago.

Origen de la imagen

Según la leyenda fue un acaudalado comerciante burgalés quien encontró la imagen durante uno de sus viajes por alta mar, cuando recogió del agua un arcón en el que se encontraba la divina imagen del Crucificado. El mismo la llevó hasta su Burgos natal y allí la entregó a los agustinos.

Dicen que, al entrar la escultura en el convento de los Agustinos, las campanas “doblaron por sí solas a la entrada del Cristo en la Iglesia” y desde entonces su fama milagrosa se extendió y el pueblo burgalés lo incardinó en el centro de su devoción. Con la exclaustración del convento agustino durante las reformas de los gobiernos liberales del siglo XIX, el Cristo pasó a la Catedral de Burgos, en donde se conserva y se venera desde 1836 hasta hoy.

Devoción y milagros

Desde que la imagen desembarcó en tierras burgalesas surgió en torno a ella una gran fama de milagrosa. Y el hecho de que Burgos fuera Camino de peregrinaje hasta Santiago de Compostela hizo que su fama corriera como la pólvora.

Ya el rey Juan II de Castilla se interesó por los milagros que se narraban y encargó al obispo D.Alonso de Cartagena que investigará sobre la veracidad de los hechos. Así que en 1454 se convocó a la curia episcopal, a los párrocos y al prior de los Agustinos para analizar algunos casos: se entrevistaron a los curados, a los médicos, cirujanos y testigos varios.

El Santo Cristo gozó de mucha devoción por parte de lugareños y peregrinos, pero también entre numerosos miembros de la nobleza y realeza castellana que acudieron a visitarle. Existe una anécdota de Isabel la Católica que afirma que pidiendo ella que le quitasen al Cristo un clavo de uno de sus brazos para quedárselo como reliquia particular, éste se cayó desplomado provocando un susto a la Reina que la dejó desmayada durante horas.

Muchos santos también han acudido a su presencia para pedir suplicantes su intercesión como Santa Teresa de Jesús, San Juan de Sahagún, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, Santo Tomás de Villanueva o San Francisco de Borja.

Fue tan grande la devoción que suscitó esta escultura en España que durante el siglo XVIII fue considerada la segunda más importante después de la de Santiago de Compostela.

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