El Comité Administrativo de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) ha emitido una declaración sobre migrantes y refugiados. En ella explican que “los temas de refugiados, migración y desplazamiento forzado de personas no son nuevos, y hay muchos países que enfrentan estos desafíos”.
“En todo el mundo, las familias se han visto obligadas a huir de sus hogares en busca de seguridad y protección. La guerra, la violencia, los conflictos raciales, la corrupción y la inestabilidad política, los desastres naturales y la pobreza: todos estos siguen siendo factores importantes en la vida de tantas personas, razón por la cual el número de personas en movimiento, refugiados y personas desplazadas está en niveles históricamente altos”, explican.
Para dar respuesta a todo ello, el Comité explica que todo debe estar basado en las palabras de Jesús y que Cristo “se identifica con los necesitados: porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y vosotros me disteis de beber, forastero, y me acogisteis (Mt 25,35)”.
Por todo ello, explican, “cuando la gente tiene hambre y llama a nuestra puerta, les damos de comer. Cuando llegan a nuestra puerta con frío, los vestimos. Y cuando viene alguien que es un extraño, le damos la bienvenida”.
“La Iglesia hace esto en todas partes donde existe. Hacemos esto porque esto es lo que Cristo nos llama a hacer. En los Estados Unidos, gran parte del cuidado y ministerio de la Iglesia hacia los refugiados y migrantes se puede ver en la dedicación de larga data y el arduo trabajo de nuestras agencias de caridad”, reiteran una vez más los obispos.
Ante ello y por las dificultades que se encuentran con la acogida, los obispos denuncian “la necesidad urgente de una reforma integral del sistema de inmigración de nuestro país”. “El sistema de inmigración de EE. UU. es demasiado complejo e injusto y, a menudo, mantiene separados a los miembros de la familia; debe ser arreglado. La Iglesia enseña que un país tiene derecho a regular sus fronteras. Al mismo tiempo, las personas tienen el derecho fundamental de migrar para preservar su vida y su familia”, explican.
Terminan su delaración afirmando que “lo que siempre debe estar al frente de nuestros pensamientos y acciones es el hecho de que cada persona, incluida la recién llegada, es un hermano o una hermana para todos nosotros y una bendición para las comunidades acogedoras cuando se les da la oportunidad de integrarse. Debemos reconocer no solo la dignidad inherente de los inmigrantes, sino también abrazar sus contribuciones y potencial”.