La parábola de hoy es uno de los pasajes más conmovedores del Evangelio. Revela en qué consiste el escándalo de la misericordia: "¿Por qué Dios es misericordioso con quien no lo merece?" (como dijo el arzobispo G. Ryś).
En esta parábola vemos que Dios siempre nos acoge y perdona todas nuestras faltas, pero espera a que nosotros demos el primer paso.
Quiere regalarnos su perdón, su vida y todo lo que le pertenece, si sólo estamos dispuestos a volver a Él, es decir, si nos convertimos.
Los ojos del Padre
Hay una expresión en polaco que significa "mirar de reojo", es decir, esperar tanto a alguien, estar pendiente de él hasta el punto de que los ojos ya están débiles y cansados.
En la parábola, eso es cierto en el caso de los ojos del Padre, que espera con anhelo que su hijo vuelva a casa. Son los ojos de alguien que ama.
Las manos del Padre
Las manos del Padre están dispuestas a abrazar a su hijo con amor y ternura. También están dispuestas a sostenerlo.
En el famoso cuadro de Rembrandt, "El regreso del hijo pródigo", vemos que las dos manos del Padre son diferentes.
Una es como la mano de una mujer, tierna y cariñosa; la otra es una mano de hombre fuerte que apoya y sostiene. Así es el amor de Dios: a la vez maternal y paternal.
La túnica, el anillo y las sandalias
El Padre da a su hijo una túnica especial (gr. sto). Esta prenda significaba la reverencia hacia un invitado especial. También simboliza la túnica que llevan los salvados.
Le da también un anillo, signo de autoridad, derecho a su herencia.
Las sandalias, en cambio, subrayan el estado de libertad del hijo y su dignidad.
Todo esto se le da al hijo que ha pecado contra el Padre. Vuelve vestido con harapos, con los zapatos estropeados y los bolsa vacía, como vemos en el cuadro de Rembrandt.
La cabeza del hijo está afeitada y cubierta de heridas, lo que puede indicar que estuvo en prisión.
"Me levantaré, volveré a mi padre"
El padre espera, anhela el regreso de su hijo, pero respeta su libertad.
El punto de inflexión de la historia sólo se produce cuando el hijo ha reflexionado y ha decidido volver a casa de su padre.
Se apartó del camino del pecado. Descubrió que ese camino, que le parecía maravilloso cuando salió de casa, en realidad no lleva a ninguna parte.
El punto de inflexión fue su decisión de convertirse.
¡Nadie está perdido!
El padre de la parábola es Dios. Sus hijos pródigos -hijos- nos representan a nosotros. Dios es siempre misericordioso.
¿Quiero que Dios me levante? ¿Y volver a él? ¿Quiero dejar mis malos caminos? Él está esperando. Ahora todo depende de mí.