Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron (Mt. 27: 50-51).
La hendidura dejó una entrada a las claras aguas del Golfo Mediterráneo, formando grutas y arroyos subterráneos.
El receso natural se convirtió en un escondite ideal para los piratas en la antigüedad y anhelada meta turística en la actualidad.
Y no es la única leyenda…
La gruta del Turco
Dicen que un día llegó por esos lugares un marinero turco, no creía en absoluto que la montaña se había partido cuando murió Jesús y apoyando su mano en la roca, milagrosamente esta se ablandó, dejando marcado su huella.
Hoy podemos ver la huella dejó el marinero, con una inscripción en latín con las siguientes palabras: “Un incrédulo se negó a creer lo que refiere la tradición, esta roca reblandecida al tacto de sus dedos lo prueba”.
Justo debajo de la Mano del Turco se encuentra la "cama de San Felipe Neri", una pequeña cama de piedra en la que el santo descansaba cuando andaba allí a rezar.
Santuario de la Santísima Trinidad
En lo alto de la montaña se alza el Santuario de las SS. Trinidad que fue fundada en el 930 a.C. por los Padres Benedictinos, sobre las ruinas de la Villa di Munazio Planco, un reconocido general romano.
Los estuvieron en el santuario durante unos 10 siglos, hasta 1788, hasta que llegaron los franciscanos y permanecieron allí desde 1843 hasta 1903.
Los franciscanos renovaron la estructura gracias a la ayuda del rey de Nápoles, Fernando II. Luego los Palotinos (1903-1917) sucedieron a los franciscanos por poco tiempo, y desde 1926 los Misioneros del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras (P.I.M.E) administran el santuario.
Fueron muchos los santos que acudían al santuario para meditar y rezar, entre los más conocidos se encuentran: san Bernardino de Siena, Ignacio de Loyola, san Pablo de la Cruz y San Felipe Neri como mencionamos antes.
Desde el Santuario se baja a la Gruta del Turco por una escalera de 300 escalones con una terraza – mirador con una vista espectacular de este ángulo mágico y espiritual del mar mediterráneo.