Alguna vez bromeamos Mr. Square y yo con la absurda tradición de que los hijos nunca compartan el mismo plan de estudios con sus padres. Hecho que garantiza un poco más de confusión entre generaciones. Pero, en casa, se da la paradoja de que cada dos o tres hermanos tienen diferentes planes de estudio. Así que aquí estoy digiriendo el nuevo plan de estudios de bachiller, para poder recomendar a mi hija alguna de sus opciones.
Teniendo aún otros seis hermanos pequeños, me da vértigo pensar en la cantidad de nuevos planes de estudios que me quedan por aprender.
Pero hoy ya me he situado entre las dos opciones de Artes, la de Humanidades y Ciencias Sociales, la de Ciencias y Tecnología, y la del Bachiller General, que no entiendo demasiado…
Para mi sorpresa y disgusto, entre las asignaturas comunes de 1º de Bachiller no está la asignatura de Historia. Y eso, hoy, precisamente con la que está cayendo, me parece un error de los grandes. Creo que desaprovechamos la oportunidad de aprender de los errores que como sociedad hemos consentido, fallos garrafales que no podemos repetir. Deberíamos estudiar los orígenes, los desencadenantes de los peores momentos de nuestra historia. Es bueno analizar esos tiempos con lupa, y reconocer las terribles consecuencias que acarrearon. Así no se nos olvidará lo que unos hombres, bastante parecidos a nosotros, fueron capaces de hacer.
Además, en los temarios de las asignaturas de Historia debería haber espacio para homenajear, alabar y aplaudir a los héroes que asumieron su responsabilidad en la sociedad. Personas que no se pusieron de perfil sino que, por el contrario, dieron un paso al frente. Héroes famosos, o absolutamente anónimos, que supieron estar a la altura de las circunstancias.
Héroes de hoy
Durante estos días, he descubierto a algunos de esos héroes entre mis conocidos, como Tito Garat y Carlota Manrique, que no dudaron en ir a recoger refugiados ucranianos (todos los que les cabían legalmente en el coche), llegando, en el caso de Tito, con su hermana, hasta Polonia.
No puedo evitar compararlos con los héroes de la operación Dinamo en Dunkerque: cuando las embarcaciones de recreo, con un padre de familia y un abuelo como comandante y tripulación, atravesaban el Canal de la Mancha para recoger a todos los soldados que pudieran caber. No importaba el tamaño, la velocidad o las prestaciones del barco (de arrastre, vapores, yates, botes a motor, etc.). Todos fueron bienvenidos y, gracias a ellos, muchos aliados consiguieron escapar del cerco nazi.
¿Acaso no es bueno que nos recuerden que otros antes que nosotros, ni mejores ni peores, decidieron arrimar el hombro sin que fuese obligatorio o remunerado? ¿No es bueno que las futuras generaciones sean capaces de asumir su papel en la Historia, como han hecho Tito, Elena, Carlota, Paula, y tantos otros que han conseguido que estemos orgullosos de la raza humana en todos los Dunkerques de la historia?
¿No sería bueno conocer la historia, la de verdad, sin relativismos ni equidistancias? Porque los hechos solo ocurren de una manera, la verdad es solo una, y, gracias a Dios, es tozuda, no depende de quién la mire.
¿Sabes que, en Dunkerque, uno de los ocho barcos-hospital que se desplegaron para recoger heridos fue hundido por la artillería nazi, a pesar de llevar el emblema de la Cruz Roja?
Dicen que el diablo sabe más por viejo que por sabio. Parece que es el más interesado en dinamitar en nuestra memoria los conocimientos que la Historia nos ha enseñado, para que volvamos a caer una y otra vez en los mismos errores.
¿No podemos vacunarnos con formación, con educación, contra estos errores garrafales de la Historia que parece que no nos cansamos de repetir? ¿No se merecen todos estos hechos un hueco en nuestros planes de estudios? Why not?