Carmelo Gómez lleva varios años sumergiéndose en la vida y la obra de Federico García Lorca, empapándose de sus versos, de sus palabras, y de su inmensa capacidad comunicativa y pasional. Ha plasmado todo eso en el espectáculo ‘A vueltas con Lorca’, con el que recorre España, y que, entre otras sorpresas, resalta la profunda espiritualidad del poeta.
“Lorca encuentra, a través de su madre, a un redentor que le fascinó, Jesucristo, y en el que no dejó de creer nunca. Cosa distinta es que se distanciara de la Iglesia y sus estructuras”, explica el actor, célebre por sus papeles en ‘Días contados’, de Imanol Uribe; Tierra, de Julio Medem; o la serie de televisión ‘La Regenta’, de Fernando Méndez Leite, entre otras muchas obras que le convirtieron en figura protagonista del cine español de finales del siglo pasado.
De ese distanciamiento con la Iglesia da cuenta también una parte de su obra, pues en ‘La casa de Bernarda Alba’ pueden verse ecos de su visión crítica del mundo monacal, en opinión de Carmelo Gómez. “Pero en las Casidas y las Gacelas es de una espiritualidad extraordinaria”.
Esa incomprensión del mundo monacal que Lorca tiene se plasma de forma muy explícita en algunos de sus escritos de juventud, recogidos en el libro ‘Impresiones y paisajes’, publicado en 1918, y muy especialmente en un conjunto de textos inspirados por su visita a la Cartuja de Miraflores, en Burgos.
“Yo pregunto ¿qué Dios será el que buscan los cartujos? No será el Jesús seguramente… No, no… Si estos hombres desdichados por los golpes de la vida soñaran con la doctrina de Cristo no entrarían en la senda de la penitencia, sino en la de la caridad”, asegura Lorca en este artículo de juventud, escrito a los 18 o 19 años. “La penitencia es algo inútil, es algo muy egoísta y lleno de frialdad (…) La única senda es la caridad, el amor los unos por los otros”.
Es una incomprensión que nace de la profunda sensualidad del poeta y de su dificultad para entender el aislamiento a que se someten los monjes: “El alma siente deseos de amar, de amar locamente, y deseo de otra alma que se funda con la nuestra… deseos de gritar, de llorar, de llamar a aquellos infelices que meditan en las celdas para decirles que hay sol y luna, y mujeres, y música, de llamarlos para que se despierten para hacer bien por su alma, que está en las tinieblas de la oración”.
Escritos como éste han alimentado seguramente la creencia en la irreligiosidad de García Lorca, tras su periodo de devoción adolescente, pero en otros textos de esta misma época muestra su gran admiración por Santa Teresa de Jesús, que ocupa el primer pensamiento que le viene a la mente al entrar en la ciudad de Ávila. “Nadie debe de hablar ni de pisar fuerte para no ahuyentar el espíritu de la sublime Teresa… Todos deben sentirse débiles en esta ciudad de formidable fuerza”.
“No quiero representar a Lorca. No era ese el objetivo. Yo no soy él en el escenario”, explica Carmelo Gómez. “Lo que queríamos es pasar por Federico, y por su poesía, y por su faceta religiosa”, explica el actor leonés, que en los últimos años ha dejado de lado el cine para volcarse en los escenarios, aunque acaba de regresar a las pantallas con un papel secundario en ‘Llegaron de noche’, la película que recrea la matanza de los jesuitas en ‘El Salvador’, en 1989.
También pasa la obra por la afición de Lorca por la música, pues de hecho el piano fue su primera vocación, a la que renunció cuando cayó seducido por el embrujo de la literatura.
Las piezas musicales que acompañan la obra ‘A vueltas con Lorca’ “pretenden bailar con las imágenes evocadoras del poeta”. Y para ello parten de los arreglos del propio Federico para piano y de canciones españolas antiguas, recopiladas y armonizadas por el propio poeta. Sin renunciar al uso de fragmentos de otros autores relacionados con el color y la profundidad de su poesía.
“Se han dicho muchas cosas de Federico que no se ajustan a la verdad. Lo cierto es que él no se casaba con nadie”, explica Gómez. Y una de esas inexactitudes es la que afirma que su intensa religiosidad adolescente decayó con la madurez. “Lorca fue creyente hasta el final y quiso confesarse antes de morir”.
Pero en esa espiritualidad del autor de ‘Romancero gitano’ o ‘Poeta en Nueva York’ son compatibles la admiración por el Redentor con una marcada sensualidad, incluso lujuria, y una sensibilidad panteísta.
La obra ‘A vueltas con Lorca’ surgió a partir de una petición para representar varios poemas sobre el escenario en Madrid. Por esas mismas fechas, Carmelo Gómez recibió el encargo de impartir un taller teatral y casi se le impuso la sugerencia de que tratara sobre Lorca, de modo que mucho trabajo estaba hecho ya y sólo faltaba darle forma para convertirlo en el espectáculo actual. Y ‘El caballero de Olmedo’, de Lope de Vega, ofreció la conexión que el espectáculo necesitaba.
“Lorca escribe sobre su propia muerte. Da a veces la sensación de que es un oráculo de sí mismo”. Y esa conciencia de la muerte conecta con la obra de Lope, en la que sabemos desde el principio cuál será el destino del protagonista.
“Lorca puede ser visto desde muchos puntos de vista y nosotros hemos escogido el de la tragedia. Pero sin olvidar su enorme capacidad de amar, pues tiene un corazón panorámico, ni su vinculación con lo popular. Lorca es cante, es pueblo y es raíz”. Y gracias al espectáculo de Carmelo Gómez, la religiosidad formará parte también de sus rasgos más populares.