El amor de un padre por su hijo es maravilloso. El amor de una madre no tiene igual. Pero el amor de los abuelos... es de otra dimensión. Muchos ancianos reconocen que en su vida habrían imaginado desplegar su amor con tanto afecto: en el momento en que fueron padre o madre, había disciplina, riñas, prisas... Ahora, en la condición de abuelos, todo se vuelve de otro color: para los nietos siempre hay tiempo... y más que quisieran estar junto a los pequeños.
En las redes sociales acaba de aparecer un vídeo que no puede ser más tierno. Muestra a un abuelo cantando a su nieto, el pequeño Joseph, un niño con síndrome de Down. Celebran su cumpleaños y por la luz parece que están a media tarde. En el jardín se aprecian unos árboles frondosos -tal vez sea un parque o un claro de bosque- y la familia ha montado una carpa de nivel: ¿para hacer acampada, quizá?
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El caso es que Joseph está sentado en la falda del abuelo. Eso es la máxima seguridad en la vida: estar en brazos de quien te quiere. Y el abuelo, con calma, va cantando nada menos que "What a wonderful world". Hay muchas versiones de esta famosa canción. A mí la que más me gusta es la original, entonada por la voz algo rota de Louis Amstrong. Pero la versión del abuelo se lleva hoy la palma. Suena a caricia.
Joseph recostó su cabecita sobre el pecho de este anciano con aspecto de lobo de mar, paciencia infinita y amor a borbotones. La madre, que anda por ahí sin quitar el ojo a la escena, seguro que da gracias a Dios por este momento de paz.
Estamos en el Año de la Familia y se me ocurre que es buen momento para guardar los vídeos que encontramos en las redes sociales en los que se muestra el amor en la familia, mucho más cuando alguien es una persona que necesita.
Pero viendo a Joseph, no sabría decir quién está más bendecido, si él o su abuelo al cuidar del niño.