El ateo no tiene por qué ser uno que repudia todo lo relacionado con la fe. El ateo puede ser uno que siente el anhelo de creer, pero no puede. No olvidemos que la fe es un don y eso, a veces, lo saben hasta los ateos. “No tengo el don de la fe, pero en mi vida no puedo ignorar a Cristo”; admitió una vez el muy ateo Fabrizio De André, uno de los grandes cantautores de la música italiana.
De ideología de izquierda y anarquista, en 1970 publicó un disco que era diametralmente opuesto a lo que podría esperarse de él. El trabajo se llama La buona novella, "La buena noticia", y es el relato de la Pasión de Jesucristo. Durante décadas ha causado controversia, pero también, con el paso del tiempo, se ha podido captar mejor la hondura de una música y unas letras que trascienden la mano que las ha escrito.
Cuando De André recibió la propuesta para hacer un álbum sobre el acontecimiento que ha marcado la Historia, las revueltas sociales, juveniles y estudiantiles dominaban el panorama italiano. Para muchos la voz de este cantautor era la voz del descontento. Por ello, ni unos ni otros entendieron por qué el ateo pacifista revolucionario, en lugar de hacer un disco que respondiera a la agitación social, optó por un trabajo sobre la figura de Jesús.
Mucho tuvo que ver el productor musical Roberto Danè. Él tuvo esta idea de crear un álbum conceptual, es decir, con un único hilo temático que en este caso sería la Pasión de Jesucristo. Tras barajar varias opciones, otro histórico productor italiano, Antonio Casetta, le dijo que no podría ser otro que De André el que pusiera voz al proyecto.
El cantautor y Danè trabajaron durante un año en la letra de las canciones. Se basaron en algunos de los llamados Evangelios apócrifos, en concreto, el Protoevangelio de Santiago, centrado en la infancia de la Virgen María y en el nacimiento de Jesús de Nazaret, y el Evangelio árabe de la infancia de Jesús. Los textos del disco también se inspiraron en antiguos escritos árabes, armenios, bizantinos y griegos.
La izquierda no entendió que, en plena lucha estudiantil, ‘uno de ellos’, De André, escribiera una historia que consideraban ya escrita. Le reprochaban que mientras ellos se manifestaban contra la desigualdad social y los abusos contra los más débiles, él hubiera sacado un disco ‘religioso’.
Del otro lado, el mundo católico se ofendió por un trabajo que hablaba de Cristo desde una perspectiva no canónica. Consideraban que mostraba al Señor como un mero revolucionario.
Poco antes de morir en 1999, en uno de sus últimos conciertos en Roma, Fabrizio De André explicó que ninguno había entendido el sentido del disco.
Con los años, se comenzó a apreciar la delicadeza y respeto que encierra el álbum con canciones como Il testamento di Tito; una narración desde el punto de vista del buen ladrón en la que explica los mandamientos. En el Evangelio árabe de la infancia el buen ladrón recibe el nombre de Tito.
En otra canción, Tre madri, De André imagina la conversación que tendrían las tres madres de los tres crucificados a los pies de la cruz. Mención aparte merecen las canciones sobre la Virgen María, de enorme ternura y realismo. O el último de los temas Laudate hominem en el que el muy ateo autor se refiere a Jesús como “también hermano mío”.