En los últimos años, la elección del colegio de nuestros hijos se ha convertido en un intenso y riguroso estudio de mercado. Se ha pasado de elegir directamente el colegio del barrio a asistir a varias jornadas de puertas abiertas, bajo las dudas que surgen al pensar si nos estaremos jugando el futuro y la integridad espiritual de nuestros hijos.
En los últimos días, a través de la Instrucción de la Congregación para la Educación Católica emitida el 29 de marzo (enlace: Istruzione della Congregazione per l'Educazione Cattolica “L'identità della Scuola Cattolica per una cultura del dialogo”), la Iglesia ha manifestado la importancia de un pacto educativo global para que se pueda llevar a cabo una misión evangelizadora en las escuelas católicas.
“Los padres son los primeros y principales educadores de sus propios hijos, y en este campo tienen incluso una competencia fundamental: son educadores por ser padres. Comparten su misión educativa con otras personas e instituciones, como la Iglesia o el Estado. Sin embargo, esto debe hacerse siempre aplicando correctamente el principio de subsidiariedad”, afirmó San Juan Pablo II.
¿Con qué premisas deberíamos de contar para cumplir ese proyecto?
Educar es una aventura realmente apasionante y dinámica: pero el verdadero progreso de la educación no está basado en adherirse a modas o revisar las tendencias dentro de la educación. Pues el ser humano y sus fines, su sentido antropológico no varía con las circunstancias sociales, aunque sí pueda variar la forma de expresarlo. De este modo, la educación resulta realmente innovadora por ser verdadera.
En una sociedad plural en la cual la educación de los hijos es un derecho de los padres, los gobiernos deberían fomentar la pluralidad también en la oferta educativa. Sin embargo, tanto las modas efímeras como los intereses económicos son enemigos de esta pluralidad, que además se ve afectada por la incoherencia interna y la superficialidad de los idearios.
Preguntas
La Instrucción de la Congregación para la Educación Católica nos abre los ojos y nos hace plantearnos diferentes preguntas:
¿Existe coherencia entre el ideario del colegio, el método educativo y su estilo de liderazgo?
¿Existe coherencia dentro del colegio, entre sus proyectos, lo que hace y lo que promulga?
¿Cuál es la razón de ser del colegio, cual es el marco antropológico del personal, está enmarcado en la vocación cristiana?
“La identidad católica debería ser un terreno de encuentro, un instrumento de convergencia de ideas y acciones” [...] “No se debe perder el impulso misionero y encerrarse en una isla, y, al mismo tiempo, hace falta el valor de testimoniar una “cultura” católica, es decir, universal, cultivando una sana conciencia de la propia identidad cristiana.” (Instrucción de la Congregación para la Educación Católica emitida el 29 de marzo).
Si prescindimos de una correspondencia educativa, nos veremos sumergidos, aún sin quererlo, en una tómbola de concesiones y conformismo.
Cuando se da una visión compartida entre padres, profesores y colegio, gozamos de la anhelada congruencia que tan importante es en la educación de nuestros hijos. Sin unidad, el alumno/hijo anda perdido y en futuro se aferrará a la primera ideología fuerte que se encuentre en su camino.
Nos encontramos en un momento adverso, estamos en una etapa de profundos cambios sociales. Pero, ¿educar hoy es más complicado?.
Las palabras de San Juan Pablo II nos iluminan acerca de las dificultades que presenta hoy en día la educación. “Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás.”
Hoy, al igual que hace decenas de años “No es posible no educar”. Está claro que si hablamos de educación, no hay nada neutro. La educación verdadera introduce a los chavales en la realidad y los prepara para la vida con sentido de responsabilidad y vocación cristiana.
Por tanto, como padres, profesores y profesionales del colegio busquemos en el alumno a la persona en todo su ser, promoviendo su desarrollo integral y abierto al descubrimiento de la trascendencia divina. Solo así obtendremos, como decía Don Bosco, buenos cristianos y honrados ciudadanos.
Es verdad, corren tiempos difíciles para niños y jóvenes, pero sólo hay una manera para cambiar el mundo: la Educación.
¡Ojalá que todos los colegios católicos sean la llave que abra la puerta a la vida plena, la puerta de la Iglesia y la puerta del cielo!