Después de 29 años al frente de la arquidiócesis de Tegucigalpa (29 de diciembre de 1942) el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga se despidió, formalmente, de los sacerdotes de su jurisdicción eclesiástica en la que él mismo anunció como su última Misa Crismal, el pasado jueves 14 de abril.
Celebrada en la Basílica de Suyapa, al oriente de la capital hondureña, la Misa fue seguida por todos los sacerdotes de la arquidiócesis y una buena cantidad de fieles que escucharon al cardenal pedirles perdón (a los sacerdotes) “si por mis límites no he sabido responder a lo que tienen derecho a esperar de su obispo".
El salesiano Rodríguez Maradiaga ha sido todo menos un cardenal encerrado en la sacristía. Fue profesor de química, física, música sacra, de teología moral y eclesiología. Domina cinco idiomas además de su idioma natal: inglés, francés, italiano, alemán y portugués. Posee el título de piloto aeronáutico y cursó estudios de piano, saxofón, armonía y composición musical.
Consejos a los sacerdotes y compromiso con los pobres
En su última Misa Crismal, el cardenal hondureño pidió a los sacerdotes de su arquidiócesis que no se cansaran de hacer el bien. En sintonía con el Papa Francisco, subrayó que el sacerdocio no es “un trabajo, según la mentalidad del mundo”, sino que es una vida dedicada al Evangelio y al servicio.
“La prueba es el desgaste, muchas veces en soledad, de incomprensión, de debilidades, errores y a veces callejones sin salida (…) Una vida que es probada muchas veces por la enfermedad que disminuye y envejece. Pero una vida que no cambia la entrega, que no traiciona al amor y que se afana por Dios y por los hermanos”.
Lo dice, cerca de su retiro, quien encabeza el arzobispado de Tegucigalpa desde el 8 de enero de 1993 y quien fuera promovido a cardenal el 21 de febrero de 2001 por el Papa san Juan Pablo II. Rodríguez Madariaga ha recibido diversos reconocimientos, particularmente destaca en 2008 el premio Viktor Frankl del Ayuntamiento de Viena por su compromiso con los pobres.
Relevancia para Honduras
Entre otras de sus muchas aportaciones a la Iglesia de su país natal está, sin duda, la de haber sido el primer hondureño en ser elevado a cardenal en la historia. En 2005, tras la muerte de san Juan Pablo II, fue considerado como uno de sus posibles sucesores por quienes cubren informativamente la fuente vaticana.
Entre sus múltiples cargos ha sido miembro de la Congregación para el Clero, del Consejo Pontificio de la Justicia y Paz, del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, de la Pontificia Comisión para América Latina y del Consejo Especial para América de la Secretaría General del Sínodo de Obispos; el 5 de junio de 2007 Benedicto XVI le nombró presidente cuatrienal de Caritas Internationalis.
Quizá el cargo que mayor relevancia le ha dado en los últimos años es haber sido elegido por el Papa Francisco en la presidencia del Consejo de Cardenales (el llamado C9) que lo ha acompañado a lo largo de su Pontificado en tareas de gobierno de la Iglesia y, sobre todo, con la recientemente aprobada reforma de la Curia romana.
Familia, valores, sociedad
Una de las prioridades que ha apuntado durante su arzobispado ha sido la reconstrucción del tejido familiar en Honduras. Ha reiterado –muy cercano al Papa Francisco—que “la familia es la raíz de cada persona” y que “tenemos que potenciar a la familia si queremos tener una mejor sociedad”.
Para el cardenal, frente a la enorme pobreza material y moral que enfrenta su país, sobre todo por las repetidas oleadas de migrantes hacia el norte del continente, una de las soluciones es volver a la raíz de la familia, pues una familia sin raíces al tiempo que se va secando se va quedando sin valores. “Es necesario –ha dicho—volver a las raíces familiares, reconciliarnos con nuestras familias”.
Y el mensaje fundamental del cardenal ha sido el siguiente: “Cuando Honduras se vuelva a Dios vamos a respetar la vida”