En momentos en los que disminuye el número de hombres y mujeres que consagran su vida a Dios en la oración y el trabajo de los monasterios es importante comprender que lo que el mundo y la Iglesia necesitan hoy no son “muchos” monjes, sino monjes “santos”.
Esta es la conclusión a la que llegó el abad del Monasterio de Santa María la Real de Oseira, el cenobio más monumental de Galicia, al participar el 20 de abril en el XI encuentro en torno al claustro, organizado en línea por la Fundación DeClausura.
Fue un evento inédito, pues el sacerdote Enrique Trigueros, al igual que su comunidad, compuesta por doce religiosos, es monje cisterciense, cuya vida se caracteriza por el silencio y la soledad.
Testigo privilegiado de la vida monástica
Por este motivo, el encuentro virtual se convirtió en una oportunidad única que permitió a los más de sesenta participantes descubrir aspectos cotidianos y más discretos de la vida de un monje.
El padre Trigueros, a sus 80 años, constituye un testigo privilegiado de la vida monástica. Lleva 64 años consagrado a Dios en la contemplación. Ha sido superior de cuatro monasterios: el de San Isidro de Dueñas, en Palencia; el de la Virgen de Curutarán, en Jacona, México, Santa María de las Escalonias en la provincia española de Córdoba, además del Monasterio de Oseira.
¿Más o menos vocaciones?
A la luz de esta experiencia, Blanca de Ugarte, la periodista que moderó el encuentro, preguntó al padre Trigueros si hay más vocaciones al monasterio en Europa o en América Latina.
El monje cisterciense fue directo en su respuesta: “Hubo un tiempo en el que había más movimiento vocacional, no solo en México sino en toda Latinoamérica. Ahora se ha parado bastante. Yo creo que el desarrollo económico y social en los países reduce un poco el nivel de vocaciones”.
“Lo importante no es que seamos muchos, sino que seamos lo que tenemos que ser --aclaró el sacerdote--. Yo les digo a los hermanos aquí y en todas partes: ‘En ningún sitio está escrito que seamos cincuenta por monasterio, pero sí está escrito que seamos santos, que es lo que hemos profesado el día de nuestra profesión monástica’”.
La importancia de la vida de comunidad
El hecho de que ahora las comunidades monásticas tengan un número más reducido de monjes tiene sus ventajas, explicó el superior de la comunidad de Oseira, que hoy cuenta con doce trapenses (como también se conoce a esta rama de los cistercienses).
“Una tristeza compartida, media tristeza; y una alegría compartida, es doble de alegría”, explicó el superior al mostrar el sentido de la vida comunitaria en los monasterios.
“Cuando hay momentos de dificultad, o problemas personales, por ejemplo, hermanos que se ponen enfermos, o mueren, se dan situaciones como en cualquier tipo de familia que pueden ser dolorosas, pero cuando tienes el acompañamiento de tu comunidad, y sabes que rezan por ti, te apoyan y están contigo, siempre es un consuelo”, constató.
El papel del abad
El abad también reveló en que consiste el papel del superior del monasterio, que según explicó, en una pequeña comunidad como la suya, “es prácticamente uno más”.
“Como superior, tiene la responsabilidad de las fuentes de producción, debe vigilar por la economía, por los problemas que puedan surgir dentro dela comunidad. Ofrezco dos conferencias a la semana a la comunidad, pues nuestras Constituciones nos piden que el superior aliente con su palabra la vida espiritual de la comunidad. Después estoy disponible para entrevistar a los hermanos cuando lo necesiten o pidan”.
Todo este servicio, insistió el abad, debe hacerse en el respeto total de la conciencia de cada uno de los monjes.
Los cistercienses, un carisma único
El abad también aclaró en que consiste el carácter único de la Orden cisterciense, nacida en 1098 con el deseo de volver al espíritu original de la regla de san Benito de Nursia, fundador de la Orden de los benedictinos (529).
“La Orden no tiene ningún tipo de apostolado”, aclaró. “Siempre hemos querido la vida contemplativa tal cual: oración, lectio divina…”, la meditación orante de la Palabra de Dios.
Y añadió: “Muchos monasterios benedictinos tienen asistencia a santuarios, incluso colegios, u otro tipo de actividades pastorales. Una de las características propias de nuestra Orden es que no tenemos ningún tipo de trabajo pastoral. Lo único que hacemos es la liturgia y atender a los fieles que vienen al monasterio. Cualquier persona que venga al monasterio, si quiere participar en la liturgia, participa; si quiere, puede conversar sobre argumentos espirituales”.
El monasterio de Oseira, al igual que otros monasterios cistercienses, cuenta con un albergue para peregrinos, particularmente famoso, pues se encuentra en la ruta del Camino Portugués hacia Santiago de Compostela.
Es posible revivir aquí el XI encuentro en torno al claustro: