La muerte fray Wilberth, de 42 años, sacudió a todos en Bolivia. Pero afectó de manera especial a la comunidad de los francisanos, a la que pertenecía. Wilberth fue asesinado el Sábado Santo en el convento San Francisco en Santa Cruz y por esos días el fraile Julio Limbert Tejerina se estaba preparando para su ordenación diaconal.
Pasaron los días, las condolencias no se hicieron esperar y los ecos tras la muerte de Wilberth siguen retumbando hasta el día de hoy (el principal acusado de matarlo se quitó la vida en Brasil y no se descartaba otra persona involucrada).
“Sencillo y humilde”
Aún en medio del dolor y los detalles de un caso que aún no se había cerrado del todo, Limbert decidió ofrecer en un breve diálogo con Aleteia algunos detalles sobre Wilberth, a quien conoció de niño cuando estudiaron en el colegio de Macharetí.
“Era un joven muy sencillo, humilde. Eso sí, muy trabajador. Sé que trabajaba en el campo con su papá para poder salir adelante con sus hermanos”, contó Limbert.
“Y como hermano dentro de la orden de los hermanos menores, él era muy atento y presto a colaborar en lo que podría. Siempre tenía una palabra de aliento y de ánimo, recomendando ser fiel al llamado que un día habíamos sentido y decidido seguir. Le gustaba estar cerca de las personas más necesitas. Un buen hijo de San Francisco”, prosiguió.
“Era muy serio y correcto en su manera de proceder, si algo no le parecía te lo decía”, sentenció.
Una vida que inspira
“A mi hermano le gustaba mucho el fútbol y era del Bolívar. Tenía una polera de ese equipo que llevaba debajo del hábito cuando lo mataron. Vino para el Día del Padre a Macharetí para ver a nuestro papá. Lo llevé a comer pescado a Villa Montes y ahí lo invité para mi cumpleaños. Él estaba planificando venir con un grupo, trayendo colaboración para los indígenas de acá, no se olvidaba de ellos”.
Estas palabras pertenecen a Edil Daza, hermano de Wilberth, tal cual reproduce el portal Paz y Bien en base a declaraciones en Página Siete. Pero es el medio franciscano el encargado de recordar una vez más la vida (inspiradora) del fraile asesinado.
Entre otras cosas se destaca que era un amante del deporte, pero sobre todo el fútbol. En la foto de portada esto queda de manifiesto. Además, reconocido como bolivarista (por hincha del equipo Bolívar) y siempre que podía llevaba una remera de su equipo debajo.
Pero también se menciona que “siempre volvía a Macharetí llevando a los indígenas la ayuda que lograba recaudando donaciones y haciendo lo que mejor sabía hacer: administrar con transparencia y eficiencia las limosnas y donaciones que llegaban a la orden de San Francisco”.
Quien se encargó de recordarlo también fue Monseñor Jesús Galeote, obispo del Vicariato Apostólico de Camiri, del que depende la parroquia de Macaharetí. El obispo lo conoció a Wilberth en 2015 y señaló que estudió Ciencias Religiosas en la Universidad Católica Boliviana de Santa Cruz, además de prestarle atención siempre a las comunidades indígenas y necesitados, además de dedicarse a la evangelización y preparación de la gente que iba a recibir los sacramentos de la comunión y confirmación.
Un gran ecónomo (y más)
Wilberth también se destacó por ser un gran ecónomo, pues ocupaba ese cargo de relevancia dentro de la orden de los franciscanos, tarea que no es para cualquiera.
“Inspiraba confianza, por eso trabajó con personalidades de nuestra orden. En Cochabamba con nuestro padre guardián, un exministro provincial, exsuperior de toda Bolivia. Ni bien terminó sus estudios fue su ecónomo. Tuvo que ser muy bueno para ir trabajar con una eminencia así. También fue ecónomo del padre Tomás Cornaqui, un doctor honoris causa de la Universidad Católica Boliviana”, recordó –prosigue Paz y Bien- el rector de la Basílica Menor de San Francisco de la ciudad de La Paz, fray Samuel Abiyu.
A Wilberth también le gustaba la música, tomar mate y socializar con sus hermanos. Y una vez más aquello de la humidad que recordaba fray Limbert en su diálogo con Aleteia. Como muestra se indica que Wilberth estudió para ser religioso, no sacerdote. También aquello de que siempre se negaba a sacarse las sandalias o que le reglaran prendas de vestir. A Wilberth lo hacía feliz su remera del Bolívar.
“Sangre de un buen cristiano martirizado”
Sin duda, la vida de fray Wilberth seguirá inspirando a muchos. Las palabras, gestos y acciones durante su camino en esta tierra así lo demuestran. Y el último mensaje publicado por la Iglesia de San Francisco es más que contundente:
“El convento de San Francisco de Asís de Santa Cruz tiene desde ahora por gracia de Dios la semilla de la sangre de un buen cristiano martirizado, nuestro amigo y hermano fray Wilberth Daza, semilla de una buena persona y buen religioso… Nuestro asistente espiritual de la OFS…que Dios lo tenga en su gloria Amén”.